Los personajes del tío Ful: Raimundo Díez Escanciano, de Tejerina

Guarda en su memoria los recuerdos de 94 años de intensa vida, desde que fue un niño pastor, yegüero, trashumante y amigo de contar de vida en verso

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
15/12/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Raimundo cierra los ojos para contarte historias y te explica: «No veo nada». A Raimundo le fallan los ojos de ver pero no los del alma ni los de los recuerdos, esos los tiene tan claros como lúcidos, las historias acumuladas en 94 años de una vida de trabajo pero de la que se siente orgulloso, tal vez por eso le gusta contarla.

Tejerina, su pueblo; Matilde, el nombre de su mujer ya fallecida y los de sus siete hijos son los nombres que más veces repite este hombre que se ha convertido en un testigo fiel de casi un siglo de vida en la montaña leonesa.

En Tejerina, «lo que fue Tejerina» suele decir, comenzó a trabajar siendo un niño guardando las ovejas, de los rebaños de su padre, Gregorio. «Con trece años ya hice la trashumancia por primera vez, era la guerra civil y nuestro destino, Alcudia, en La Mancha, estaba en la zona roja, ya sabes de qué te hablo», recuerda.

Los avatares de la guerra, que le partieron la vida como a tantas gentes, fueron un quebranto para todos, su padre tuvo que irse al frente, él era prácticamente un niño ... y en estos recuerdos es cuando cierra los ojos.

Hay otro hecho que marca su vida, aquel ‘famoso’ viaje de cuatro yegüeros hasta el Valle de la Alcudia. Raimundo, Fausto Rodríguez, Onésimo Villarroel y Tomás del Blanco hicieron casi un mes de camino. Y cada noche, a la luz de la lumbre y a lapicero, escribían en verso todo lo que les había ocurrido a lo largo del día. Ha pasado medio siglo y no ha olvidado ni uno de los 1304 versos del poema. «A nuestro Santiago Apóstol / y también Patrón de España / pedimos solicitud / para explicar esta plana...» arranca hasta que tenemos que detenerlo porque no hay espacio para tantos recuerdos. Al hablarle de la facilidad para hacer versos se lanza con otro poema, el que le escribió a Matilde para su cincuenta aniversario. Lo hizo de una sentada y no hace falta más porque es sentimiento y pura emoción. Te sobrecoge escucharlo en su voz débil, pero clara y humana.
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