Los personajes del tío Ful: Manuel, de Ranedo de Curueño

Con 91 años se sigue emocionando cuando ve una cámara de fotos o de cine, sus pasiones. Fue quien instaló las primeras teles en muchos pueblos, un torrente de recuerdos, imprevisible, ameno, espontáneo, pura conversación

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
04/02/2023
 Actualizado a 04/02/2023
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Con Manuel jamás podrás intuir por dónde va a ir la conversación, es un torrente de recuerdos, de espontaneidad y son 91 años de vida "bastante vivida", dice él. Igual te habla de las casas que levantó siendo albañil, de las que lo cobró todo, de las que no, que da el salto a sus recuerdos vinculados a lo que fueron sus grandes pasiones, los aparatos de todo tipo. Recuerda la marca y el precio de sus compras, del tocadiscos, de la cámara de fotos, la de Súper 8 de cine, la radio, las primeras televisiones que llevó a aquellos pueblos de su comarca del Curueño... Y las conserva todas, funcionan, "la de fotos no, que ya no venden carretes ni nada". Y te puede salir con la frase más inesperada.

- ¿Ves esta cámara de cine? Pues cuando yo la compré, en Óptica San José, no la tenía ni el mismísimo Rey, que entonces no lo había aquí, pero habría otros.
- ¿Y cuánto te costó?
- Setenta mil pesetas, de las de entonces.
- ¿Cómo pagaste, a letras?
- Sí, claro, a letras, durante no sé cuántos años...

Se queda como pensando en los años que fueron y se arranca con otra de sus salidas inesperadas. "Bueno, las del último año creo que no las pagué, que quedaron bailando por ahí, que ya había pagado de más y de sobra".

Y se queda tan pancho, contando historias de cuando instaló las primeras televisores, una la tenía en casa. "Menudo lío, se me metían en la cocina 20 ó 30 personas, andamiaos unos por encima de los otros, que no había manera de echarlos y eso que no se veía nada, que era cuando venía la señal de Matadeón y llegaba muy débil". Recuerda las películas que proyectó, los cinco discos que venían con el tocadiscos, los inventos para que se viera la tele, subir con las diez pilas a cuestas al repetidor, que pesaban quince kilos...

Y sobre la mesa los dos libros que está leyendo, dos viejos libros de su época escolar, uno de cuentos y la enciclopedia. «Me gusta leerlos, me acuerdo de cuando era niño, que con seis años ya me mandaron a la escuela, como éramos tantos para que no diera guerra en casa... para la escuela».
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