Los personajes del tío Ful: Lidia González, leonesa en Dubai

Fue una ‘Heidi’ feliz en Naredo pero con el gen de la aventura que llevó a su padre por el mundo; primero a Finlandia, ahora en Dubái con la mirada puesta en su paraíso infantil en el Rancho

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
29/04/2023
 Actualizado a 29/04/2023
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Lidia tuvo una infancia que, seguramente, le marcó su forma de ver y entender el mundo. Con solo tres años llegó al Rancho Canadá de Naredo, de su padre, el inimitable Pepo, y allí creció en mitad de la naturaleza, con vistas al Torío desde una terraza que es su rincón favorito, rodeada de caballos, montando en ellos desde niña. «Cómo no te va a marcar algo así, el entorno, la naturaleza, el gen aventurero de mi padre, que ya sabes que anduvo por el mundo, y aunque fui a la escuela de Matallana como todos los niños, al instituto Lancia, a la Universidad aquí... ahí latían todas esas historias y a la hora de elegir un país para la aventura universitaria no pensé en los típicos —Italia, Inglaterra...—y me fui a Finlandia, que no es lo más habitual, pero me encantó, de hecho rechacé ir a Inglaterra».

Pero siempre con la mirada puesta en Naredo, en el Rancho Canadá. Se fue a Madrid a buscarse un futuro vinculado a su carrera universitaria (ADE) y le fueron saliendo ofertas, pero fue a elegir la menos esperada, como en el caso de Finlandia: Emiratos Árabes. «Son siete emiratos y elegí Dubái, la más moderna y acogedora, siempre que vayas a trabajar porque allí o vas a trabajar o no hay futuro».

Y cambia el Rancho (Canadá) por un rascacielos, la soledad de Naredo por unas calles abarrotadas, el río Torío por una playa a tan solo 15 minutos de la oficina... «pero sí mantengo algo que ya tenía aquí, montar a caballo, lo sigo haciendo. No es lo mismo pues allí monto en el desierto, que también tiene su encanto».

- Y hago yoga, me encanta.

En su trabajo une sus dos mundos pues en Emiratos Árabes aprecian algunos de los valores y las prácticas europeas, algo en lo que Lidia les resulta fundamental. «El extranjero que para ellos es ‘competente’ tratan por todos los medios de que se quede allí».

Y nada más que puede regresa a casa, a León, a Naredo, al Rancho Canadá... «Lo que siento cuando vengo, cojo un caballo, camino por un campo verde, veo las flores... es indescriptible».

Pero, reconoce, la cabeza no le deja de dar vueltas y su tierra está siempre en el horizonte.
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