Los personajes del tío Ful: Julio el de Villarrodrigo

Todo un personaje, incluso como espectador. Pudo ser cura pero se arrepintió a tiempo, montó la primera empresa de desratización de León y se quedó con el apodo...

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
17/02/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Es curioso lo que ocurre con Julio el de Villarrodrigo, el padre de la saga de luchadores que encabezaba El Helicóptero, y es que mucha gente echa de menos en los corros a aquellos luchadores de tiempos heroicos pero también a su padre como espectador. Le recuerdan en la grada con su bota de cuatro litros que soltaba con frecuencia —«dale que corra»— pero sobre todo sus celebrados comentarios. En un corro de la montaña cayó su hijo, se hizo cierto silencio y se escuchó su voz: «¡Ay zampón! ¡Qué suerte tienes con tu madre que si te tengo que hacer yo la cena!».

Es así. Un paisano de Villarrodrigo que estaba a punto de ser cura, —«ya tenía el bonete y toda la historia»— pero se arrepintió casi a última hora para regresar a casa, al campo, a la agricultura, a unas pocas vacas... «hasta que me di cuenta de que esto ya no daba para vivir» y se puso a buscarse la vida, de viajante, de representante...
- Vi un anuncio de una empresa de fuera de León en un bar y dejé una nota de que me interesaba. Al día siguiente se presentó en Villarrodrigo un paisano y me preguntó a mí: «Sabría dónde vive Julio Álvarez?».

- Traes mal viaje hermano, es un sinvergüenza; le dijo sin cortarse.

«Desfacido» en entuerto llegó el acuerdo e inició otra etapa.

Y uno de los setenta productos que llevaba era un raticida, que se vendía bien pero con frecuencia las empresas y particulares reclamaban alguien que lo supiera colocar...

- Coño, ¿y porqué no voy a ser yo?
- Y fue.

Así nació Deslesa, una empresa que —aclara— jamás le peleó ningún cliente a su anterior trabajo. «Y si te dedicas a matar ratones y vives en un lugar donde le ponen mote a todo el mundo... pues acabas siendo el señor de los ratones, y con el mote me quedé, que no me preocupa nada».

Ya está jubilado. Cuida los nietos y planta en la huerta, incluso para donar a los comedores del Padre Ángel, te enseña las semillas y, a nada que te descuides, te mete para la bodega: «Yo ya no bebo, pero animo mucho».
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