Los personajes del tío Ful: Josefa, de Cimanes del Tejar

Con 86 años repasa una vida de mucho trabajo y algún contratiempo muy duro, pero lo que más valora es seguir aprendiendo y aquellos años en la escuela de doña Salvadora

Fulgencio Fernández
05/11/2022
 Actualizado a 05/11/2022
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Nos espera sentada, mirando por la ventana el camino por el que habitualmente pasea cuando no hace tanto frío o tiene visita, como hoy, y repasa la última revista del taller de escritura den la escuela de adultos a la que acude porque, explica, «me hubiera gustado poder estudiar pero no había posibilidades en casa, eran tiempos muy duros y había que trabajar en casa. Que yo trabajé mucho, y duro... pero siempre me gusto mucho leer y escribir, nos lo metió en la cabeza doña Salvadora».

Salvadora Valcarce, doña Salvadora para todos sus alumnas, fue maestra de Cimanes del Tejar desde 1934 a 1968, una institución en el pueblo. Josefa, que fue su alumna desde niña hasta los 14 años, recuerda una anécdota que define a esta maestra ejemplar. «Un día estábamos en la escuela y llegó mi madre a buscarme para que fuera a sembrar, para que aprendiera, y doña Salvadora se negó a que saliera: ‘A sembrar ya aprenderá, que le queda mucha vida, pero lo que se aprende aquí es para toda la vida y si no lo aprende ahora ya no va a poder. Y allí quedé», recuerda agradecida pues, como repite, «me gustaba escribir y leer, de siempre...» cuenta mientras busca en la revista uno de sus artículos, un pequeño relato sobre la ‘Fuente del oro’, que «es una historia muy bonita de una fuente de aquí del pueblo que siempre me la contaba mi abuela. También escribo dichos y refranes y cosas de las que me acuerdo. Cuando estuve tan mala del covid nada más que mejoré me puse a escribir y el profesor me daba las correcciones por teléfono, para que no lo dejara».

Cree Josefa que todo nació en aquella escuela en la que cada semana «hacíamos un periódico con doña Salvadora, yo escribía, otras dibujaban... han hecho un libro con él, se llama El Adelanto, que así se llamaba el periódico». Pero aprendió muchas cosas más, dice que cose «como nadie», quiere enseñarnos los manteles, también cosía las casullas y las estolas, de todo... «Y trabajar, mucho, que el marido tenia que ir a ganar el jornal y yo ordeñaba y segaba y lo que hiciera falta. Así tengo la espalda».

Pero lo que mejor tiene, seguro, es la cabeza y las ganas de vivir.
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