Los personajes del tío Ful: José Antonio 'Moro', conductor de quitanieves

Las nevadas son su hábitat natural al volante de una máquina, así lleva 32 inviernos, ha hecho de todo, le ha pasado de todo, hasta hacer de coche fúnebre

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
03/02/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Son los mejor recibidos en cada pueblo (salvo por los chavales que ven peligrar la posibilidad de que al día siguiente no haya colegio) cuando llegan con sus máquinas y sus rotativos encendidos en mitad de la nevada. Se corren las cortinas de las ventanas, se repite en las casas aquello de «las espaladoras, menos mal, porque si hay un enfermo» y ellos van y vienen, con jornadas maratonianas... son los choferes de las quitanieves, que seguramente hoy no podrán leer esto pues, como dice el refrán, «la nevada no la come el lobo»... Y llegó.

Uno de los más veteranos con las máquinas de Diputación es José Antonio López, Moro cuando habla con los vecinos. «Llevo 32 años, invierno tras invierno. Primero estuve 10 años en los Ancares y ahora 22 en esta Montaña Central, ya he visto de todo: sacar enfermos, llevar médicos, embarazadas... lo que quieras».

- ¿Lo más extraño?
- He llegado a llevar un féretro en la cabina, no había otra posibilidad de enterrarlo.

Han cambiado mucho las cosas en 32 años, sobre todo han mejorado mucho las máquinas y ya no parece que les vuelva a ocurrir aquello de «tardar tres semanas en poder acceder a un pueblo porque había unas paredes de nieve de siete u ocho metros, terrible». Pero se muestra convencido de que las nevadas de hace tres años, en 2015, fueron de la misma intensidad «pero los medios ya no son los mismos, aunque en la carretera que va de Villamanín a Casares y Cubillas estuvimos todo un día, sin descansar, para abrir cinco kilómetros». Aquel año José Antonio estuvo dos meses completos sin poder volver a casa, del 19 de enero hasta el día del padre, «pues nos quedamos a dormir en la zona porque a las seis de la mañana hay que estar en pie».
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