Los personajes del tío Ful: Gabino Lobo, el de Casasola

Es uno de esos imprescindibles de nuestros pueblos; alegre, ingenioso, trabajador y luchador en todos los sentidos, en el viejo deporte y en la vida. De Casasola y vecino de Cifuentes

Fulgencio Fernández
06/11/2021
 Actualizado a 06/11/2021
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Sale a la puerta con las dos cachas y «pasar, pasar, que ya le dije a la mujer que parta algo de pinchar».

- ¿Y por qué no lo partes tú?
- Porque se arregla mejor ella, que yo con las cachas. Me operaron dos veces del corazón y quedé bien, pero lo de las rodillas no tiene solución.
- Será de cuando luchabas.
- No creo, ya me gustaría. Será de segar, que eso sí que era duro y a guadaña, hasta para la montaña subíamos a segar.

Gabino Lobo no le echa la culpa de nada a la lucha porque aquello era un juego, se divertía y no se le daba mal. «Bueno, todos hablamos de lo bueno y se nos olvida cuando caíamos, pero no se me daba mal», explica, mientras recuerda que aquella lucha leonesa era otra cosa muy diferente. «Íbamos a segar o lo que fuera por la mañana, a la hierba, y a luchar en bicicleta, que es en lo que nos movíamos».

- Pero cuando luchabas decías Gabino Lobo, de Casasola, y ahora resulta que vives en Cifuentes.
- De Cifuentes... los valientes, dice la copla. A ver, yo soy de toda la Abadía porque resulta que nací en Villafañe, pero solo estuve un año; y de allí para Mellanzos, otro año, después ya estuve en Casasola otros veinte y como me casé en Cifuentes pues aquí llevo más de cincuenta años. Como mi padre era caminero íbamos cambiando de pueblo.

Hasta que se casó, se asentó en Cifuentes y se dedicó a la ganadería, «que para uno solo es mucho trabajo y es de poco provecho, pero es lo que hay. Yo tendría treinta cabezas, entre vacas y terneras, y me fui arreglando, aunque trabajé mucho. Tuve buen ganado, cuatro vacas las traje de Suiza, un cuarto de millón me costaron... cada una. Hasta que llegó la mecanización y ya fue más llevadero», explica Gabino, que tiene mucha gracia contando las cosas.

Ahora, «camino de los 85 y jubilado», te enseña las manos y bromea. «Parece que las tengo más pequeñas y de señorito, más finas, es lo que tiene jubilarse. Cuando trabajas se te alargan de tanto tirar de ellas...» y te las enseña, se las frota y se queda pensando en lo de la jubilación. «¿Tu crees que nos quitarán la pensión? Cuando el río suena...».

- No te preocupes hombre, la pensión no te la quitan.
- Qué se yo; las cajas cuando no haces más que sacar y no metes... pues se vacían.
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