Los personajes del tío Ful: Frumencio Álvarez, el 'Águila Rubia' de Eslonza

Es una de las leyendas de la edad de oro de la lucha leonesa y vecino del Ejido después de salir de Palazuelo de Eslonza, camionero después que hombre de campo, muy buena gente

Fulgencio Fernádez
02/07/2022
 Actualizado a 02/07/2022
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La primera exigencia que se tiene con los apodos en el mundo de la lucha leonesa –y Frumencio es una leyenda de este deporte nuestro– es que estos ‘nombres artísticos’ también definan a quien los lleva, ayuden a entenderlo a él y su forma de estar y luchar en los corros.

Frumencio Álvarez, de Palazuelo de Eslonza, llevó uno de esos apodos que han permanecido en la memoria colectiva de los aficionados: El Águila Rubia de Palazuelo de Eslonza.
Tres partes para un solo nombre. De Palazuelo de Eslonza no hay nada que explicar, era su pueblo. «Lo de rubio era un tiempo que era una evidencia, hoy la verdad es que habría que explicarlo, que ya tengo 88 años y el pelo se pone blanco».

– ¿Y El Águila?
– Pues, como tantas veces, se lo debemos a un periodista. En este caso a uno que se llamaban Ángel Herrero y firmaba como Roherre. Fue en un corro que hacíamos en el teatro Principal, a favor de la Asociación de la Prensa y cuando me vio sacar aquellos voleos que daba yo parece que no lo dudó; y es que entonces causaban furor los programas de Félix Rodríguez de la Fuente y, después de la del lobo, había una imagen muy famosa de un águila que llevaba al vuelo a una cabra. Decía que era como sacaba yo a los rivales... y me llamó El Águila.

Y con ese apodo causó furor por los corros este luchador de extraordinaria planta, aún hoy que a sus 87 años –para 88– sigue haciendo cada día media hora de bicicleta estática antes de salir a caminar. De extraordinaria lucidez recuerda corros y hasta combates, mantiene una excelente relación con los rivales de su época y sigue acudiendo a numerosos corros.

Frumencio creció –y echó músculo– haciendo las faenas del campo, a su regreso de la mili decidió dedicarse al transporte y fue camionero hasta su jubilación. Se asentó en el Barrio del Ejido, que daba ‘sus primeros pasos’, y allí sigue viviendo en un sitio que «es como un pueblo», explica mientras señala como los vecinos juegan la partida, como cada día, en el Costa Verde.
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