Los personajes del tío Ful: Elicio Barrio, acordeonista de Cubillas

Pura vocación desde niño por el acordeón hasta convertirse en un referente inevitable, tocó con todos los grandes y en numerosas orquestas, memoria viva de la música en León

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
20/06/2020
 Actualizado a 20/06/2020
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«En casa había un acordeón que habían comprado a escote entre mi padre y otros mozos, para acompañar a la pandereta en los bailes, pues en mí pueblo —Cubillas de Arbas— son muy de pandereta». Así recuerda Elicio Barrio su primer contacto con un instrumento del que se ha convertido en un referente inevitable en la provincia. «Es que son muchos años, he tocado con todos los grandes de la música popular leonesa y también en muchas orquestinas de verbena».

Y de ver aquel instrumento en casa pasó a escuchar entusiasmado a los acordeonistas de Babia que iban al pueblo para animar verbenas y celebraciones. «Miraba para ellos ensimismado y yo quería tocar». Se apuntó a un curso por correspondencia de la Academia Mozart de Barcelona y allí mismo encargó su primer acordeón. «Lo pagué a plazos, con letras que se decía entonces, me dejó algo de dinero mi madre y la otra parte me la avaló Ezequiel ‘el viejo’, que me conocía y conocía a mis padres» (se refiere al abuelo del actual propietario del restaurante Ezequiel).

Después trabajó de camarero muchos años y siempre sacaba ahorros para seguir aprendiendo. «Hacía extras para pagarme las clases, veía que se me daba bien» y recuerda una anécdota que ilustra esa facultad de bien tocar. «Fui a la primera clase y me mandó tocar una pieza. Nada más acabar me dijo ‘tú para lo que estás es para tocar’ y aquella misma noche me mandó a tocar a un pueblo donde, por cierto, volví muchos años más, se conoce que no lo hice mal», recuerda Elicio.

Eran otros tiempos. Elicio tocó con todos «los grandes» de la música popular, recuerda conespecial cariño al añorado Brea, y también con numerosas orquestas de verbena. «Entonces los músicos íbamos mucho por el bar El Ruedo. Hasta allí llegaban gentes de comisiones de fiestas de numerosos pueblos y en un momento se arreglaba la música. Nos juntábamos dos, tres, los que quisieran, que nos conocíamos todos».
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