Los personajes del tío Ful: Diego Segura

Ecologista, artista, pacifista, resistente en el mundo rural, que sigue defendiendo desde su Taller 7 de Genicera, siempre con la puerta abierta.

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
28/10/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Imaginen lo que puede ser llegar en 1982 (hace 35 años) a un pequeño pueblo de la montaña leonesa y ponerse a hablarles a los vecinos de ecología, nudismo, pacifismo o comida vegetariana, a unas gentes con la cocinona llena de chorizos curados al humo y la helada y los jamones desalando. Pues Diego Segura lo hizo en Genicera: «Recalé buscando la armonía entre el ser humano, su acción y la naturaleza».

Y les contaba, además, que venía de Cataluña, de participar en un movimiento multidisciplinar llamado Taller 7, que así bautizó también a su nueva casa en Genicera. «De allí nos lograron expulsar las fuerzas vivas».

Los primeros años en la Montaña fueron muy duros, por el clima y por la hostilidad, nos denunciaban cada semana, el Opus andaba por ahí, hasta que vieron que no había nadaÉl mismo parecía querer alimentar a los bienpensantes con su teoría de que «no hay nada que ocultar», con su manía de abrir la puerta a quien encuentra husmeando cerca. Llegó un grupo pero al comenzar el invierno ya solamente Diego permanecía allí, «sin un duro» pues lo había gastado todo en arreglar la casa. «Una vecina me enseñó a hacer quesos y pasé el invierno haciéndolos».

No faltaron denuncias, leyendas malintencionadas, leyendas urbanas, que primero se alimentaron cuando trajo a Sancenas el primer encuentro celebrado en España del movimiento Rainbow y después se deshincharon cuando comprobaron que era cierto que «no hay nada más».

Ha pasado mucho tiempo. Aquel vecino que el propio Diego reconoce que «veían como a un extraterrestre» es hoy uno más en Genicera, que se prepara para la llegada del invierno como los otros seis habitantes que quedamos en el pueblo.

Te lo cuenta mientras unos amigos llegados de Asturias participan en una hacendera para limpiar la casa y la huerta y llenar el leñero, que «en estas tierras al invierno no lo come el lobo».

Y cuando te vas te dice: «Deja la puerta abierta».
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