Los personajes del tío Ful: Belita Gracia

Con 95 años y una lucidez increíble, Belita, una de "las tres Gracias" (las hijas de Pepe Gracia), guarda en su memoria aquel León fascinante hasta la funesta guerra

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
29/12/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Escuchar a Belita es un maravilloso viaje a un León de la memoria con gente fascinante. Entrar en su casa es abrir el baúl de los recuerdos de nombres que son parte de la mejor historia de esta ciudad.

- ¿Quieres sentarte en este sillón? Es el que tenía en su despacho de la alcaldía Miguel Castaño, se lo regaló su hijo a mi padre, que trabajó con él.

Sientes una sensación indescriptible, como escuchando las historias que cuenta esta leonesa que lleva unos años viviendo en Barcelona y aún recuerda el juego de palabras que se hacía con los nombres de los comercios y establecimientos que había al lado del estudio de fotografía de su padre (escuchar en el vídeo de la entrevista).

Belita va viajando de los recuerdos de su padre a los de los amigos que encontraba en su casa: Miguel Castaño, los Vela Zanetti, Enrique González Luaces, el ayudante de Gaudí en Botines... «Era un mundo fascinante aquel León. En la escuela hacíamos teatro, me encantaba, pero cuando estalló la funesta guerra mataron al maestro que nos lo enseñaba, cada vez que me acuerdo de él me da mucha pena».

Y Belita (viene de Isabel pero nadie la llama así) creció con su rebeldía. Fue la primera leonesa que se puso un bikini por lo que fue reconvenida para que se tapara: «Yo dije que sólo quería que me diera el sol en la barriga». Practicó la fotografía con su padre, se la inculcó a su hijo Olaf, viajó en moto por España... «me aplaudía la gente, decían que si era francesa y yo les contestaba: no, no, yo soy de León. Es que soy muy de León».

Y muy joven siempre, por eso escribió aquello: «Soy gente corriente, una joven de setenta y muchos años, que llora y que sufre tanto que el cuerpo siente dolor al contemplar el llanto y el dolor de los seres pisoteados y oprimidos por otros seres estúpidos a los cuales no sé quién les dio el poder. Me uno a la gente que grita en la calle No a la guerra, me quedan lágrimas por los niños mutilados, por los viejos que entierran a sus seres queridos. Mi llanto no tiene fin, pues la injusticia no cesa».
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