Los personajes del tío Ful: Ana García

Después de una brillante carrera académica, cuando ya trabajaba en un bufete... "me di cuenta que lo mío era esto y me vine para el negocio de la familia", el Ezequiel

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
07/07/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Te atiende con la profesionalidad de quien ha crecido en el negocio familiar; la sonrisa te la regala, con ella quiere lograr aquella cercanía que su abuelo Amador llevaba puesta con un guardapolvo azul, con su andar pausado, con unas palabras para todo el que cruzaba la puerta del viejo o el nuevo Ezequiel, en Villamanín. «Tu escribe del abuelo más que de mí. Le recuerdo cada día, es el ejemplo a seguir de quien era capaz de tener un momento para todo el mundo, sin dejar nunca de trabajar y no teniendo prisa jamás».

Es Ana García de Paz, su nieta, una de ellas. Es Anina, la joven sonriente que te atiende en el Ezequiel, que ha regresado a casa porque «la llamada de la sangre» ha sido mucho más fuerte que todas las posibilidades que se le ofrecían en un horizonte cargado de posibilidades.

- Fuiste una estudiante brillante.
- Saqué siempre muy buenas notas, es cierto.
- Mucha gente te preguntará por qué has regresado al negocio familiar...
- Es verdad. Pero es muy fácil, quiero ser fiel a la tradición familiar, he crecido aquí, en el restaurante. Todos los camareros me conocen, me recuerdan desde que era una niña y venía a ver a mis padres, a ellos... Total, que estaba en Madrid, trabajaba en un bufete, pero recordaba el Ezequiel y pensé ‘aquello es lo mío’, y aquí estoy.

Aquí está; como el abuelo Amador es capaz de estar haciendo siempre algo. Participó de estudiante en la famosa Ruta Quetzal —«una maravillosa experiencia que marcó mi vida»—, sale con las amigas —«ayer fuimos a Gijón pero a las nueve aquí como un clavo, a trabajar»—; no faltará a las fiestas de los pueblos de la comarca y por la mañana te recibe con la mejor cara detrás el mostrador, consciente de que es uno de esos lugares desde los que se está tirando por la tierra. «Es una pena la situación de estos pueblos, tan abandonados».
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