Los personajes del tío Ful: Amor, tendera de La Robla

La historia del comercio en La Robla tiene un nombre, Almacenes Benavides, presente en la villa desde 1917 y con Amor al frente desde hace más de 40 años

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
07/03/2020
 Actualizado a 08/03/2020
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El letrero de la fachada lo deja bien claro: ‘Establecimientos Benavides. Desde 1917’. Es decir, 103 años te contemplan cuando entras a este histórico comercio de La Robla, que ahora ocupa un lugar más pequeño justo enfrente de aquellos escaparates ante los que nadie pasaba de largo. «Y muchos entraban a ver la tienda, otros me decían que si podía hacer fotos... pero en los últimos tiempos de comprar nada, por eso me vine aquí y si me piden algo que esté en la tienda vieja pues voy a por ello».

- Cuando dices en los últimos tiempos, ¿a qué te refieres?
- Al fin de la mina. Desde que cerró no se vende ni un chavo.

Es Amor, la tercera generación y última de Los Benavides en La Robla, «porque sólo tengo sobrinos y a ninguno le llama lo del comercio; así que cuando me jubilé se acabó».
Se acabarán 103 años de historia de una saga familiar con presencia en más lugares. «Los abuelos eran de Villanueva de las Manzanas y el primer comercio lo abrieron en Veguellina y después ya el de La Robla, en 1917. Después abrieron en León, el primer supermercado que hubo en la ciudad». Pero sólo sobrevive el de La Robla, el de Amor Benavides, pues en Veguellina cerró durante la guerra y en León a finales del siglo XX.

Amor es así la memoria de viejos tiempos, desde niña entre estanterías y escaparates, desdelos 20 años en la tienda; y entre lo que vivió y las historias que escuchó la de segunda generación (Miguel, Benusto, Luis y Flora) hay recuerdos que hablan de años dorados: «En Los Benavides el aceite se vendía en bidones, el vino en toneles, para tener carne se mataban los animales, los pedidos del bacalao en Cuaresma ya los quisieras grandes cadenas y para Reyes llegaba un camión cargado de juguetes desde Valencia».

Todavía en la vieja tienda conviven los paraguas de doble varilla con las ratoneras, las mangueras y regaderas con hachas de La Bellota, palanganas y ofertas de pantalones con vino Sansón que abre el apetito, navajas de Taramundi con escabeche de tino, y viejas alacenas y aparadores que hablan de los tiempos en lo que también se vendían muebles. Zapatillas de felpa, botas de goma, monos de trabajo, detergente, manzanas, bombillas... otro mundo aún vive en La Robla.
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