Los personajes del tío Ful: Alberto Quiñones, resistente

Creció en Valbueno y emigró a Alemania, pero decidió regresar a su pueblo omañés, ha pasado varios inviernos como único habitante y no piensa en irse, ni mucho menos

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
26/09/2020
 Actualizado a 26/09/2020
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Cuando llegas a Valbueno, Alberto está allí, varado en alguna pared, oteando desde la atalaya de la iglesia, caminando con su perro al lado, charlando con él. Fuerte, con su pelo blanco, con la conversación agradable, curtido en los vientos de una soledad que para nada le asusta, más bien la disfruta... «Salvo esos días duros de invierno en los que ya no sabes qué hacer, pero son pocos, cada año menos».

- ¿Estás agusto en Valbueno?
- La verdad es que sí, aquí nací y aquí me gustaría morir.

Allí nació el que era el chaval de Avelina y Arturo, por aquellas calles corrió, fue a la escuela... y un día decidió irse a buscar la vida, como tantos otros, y él lo hizo en Alemania: «Trabajé unos cuantos años en la Dunlop, la fábrica de neumáticos de coches. No estaba mal, pero...».

El pero es que Alberto siempre tuvo puesto en el retrovisor de su vida un pueblo, el suyo, Valbueno. Y, finalmente a él regresó, hace casi tres décadas. «Eran aquellos años que todo el mundo se iba de los pueblos, de éste también, y pensé que podría ser buen momento para dedicarme al ganado, que habría pastos suficientes, y regresé a Valbueno».

- ¿Arrepentido?
- Para nada.
- Pero has pasado varios inviernos tú solo en Valbueno.
- Y este año hay más gente por el miedo al virus, que en las ciudades es más peligroso, pero cuando llegue la nieve... Pero no es solo en Valbueno, ocurre parecido en todos estos pueblos de alrededor, en Villadepán está la alcaldesa, en Villar de Omaña queda Milagros, que ya tiene 90 años, y su cuñada... Y todo así, Omaña se muere, no sé cómo estarán otras comarcas pero ésta se muere. Y sin tardar mucho».
Recurre a un ejemplo que ilustra muy bien la soledad de aquellas tierras. «A veces queremos jugar una partida, y para juntarnos cuatro tenemos que acudir desde tres pueblos diferentes». Nada que añadir.
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