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Los pasos de peatones

24/06/2015
 Actualizado a 14/09/2019
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Los pasos de peatones dan para mucho. Desgraciadamente, en algunas ocasiones para nada bueno, pero hoy ese no es el asunto.

En los países nórdicos el comportamiento es demasiado homogéneo. No se puede extraer ningún tipo de conclusión al respecto, tanto en lo concerniente a los conductores como a los peatones. Allí, los primeros se detienen, los segundos esperan pacientemente a que los primeros frenen, lo cual sucede en la inmensa mayoría de los casos; entonces cruzan. A partir de ahí, con un comportamiento tan previsible y aburrido, los sociólogos no tienen trabajo en esta materia.

España es otra cosa, mucho más divertida. Y ya sabemos lo que suele ocurrir, la diversión entraña sus riesgos. Tenemos varios tipos de conductores: los que siempre se detienen, aunque el peatón esté a 50 metros del paso. Los que siempre se detienen, menos cuando van con prisa. Los que únicamente se detienen cuando no hay más remedio. Los que no se detienen a pesar de no haber otro remedio, y levantan la mano en señal de disculpa a sabiendas de que no tenían intención de parar; mientras, encojen ligeramente los hombros y arquean las cejas. Y, por último, los que se las ingenian para no detenerse nunca.

Dentro de los peatones, la amalgama podría ser comparable a nuestra diversidad cultural. Los hay temerosos, esos que ya se han llevado más de un susto, seguramente con el tipo que les saluda tras saltarse el paso, y recelan de cualquiera que vaya al volante. Después están las señoras con los carritos de bebé (no todas, que generalizar lleva a malas interpretaciones). Ven venir un coche a toda pastilla, a pesar de ello, sacan el carro un metro por delante como si fuera el escudo de Capitán América. Debo decir que suele dar resultado.

Después están los que van caminando tranquilamente de espaldas al tráfico, nada hace intuir que vayan a cruzar pero, cuando llegan a la altura del paso de peatones, parecen absorbidos por un inmenso agujero negro.
Tengo muchos más individuos catalogados, pero me quedo sin espacio y no quiero dejar pasar a mis favoritos. Me fascinan. Suelen ser hombres, todos ellos por encima de los 65 años. Los atisbas con antelación parados frente al paso, te detienes, y llega el momento mágico. Con energía inusitada, extienden uno de sus brazos y te indican que continúes. Es ahí donde se produce un duelo. Pase, tira, pase, tira. Casi siempre terminas tirando. Miras por el espejo retrovisor, lo mismo le ocurre al siguiente.

Nunca puedo dejar de esbozar una sonrisa.
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