Los paraísos

Ya la biblia nos hablaba del paraíso, como un lugar idílico en el que un hombre y una mujer llamados Adam y Eva vivían sin ninguna preocupación, no necesitaban trabajar, tenían a su alcance todo lo necesario para vivir, hasta que cometieron la torpeza de comer la manzana del árbol prohibido.

A día de hoy aquel paraíso de la biblia, se ha transformado en paraísos fiscales, la vida evoluciona y el sistema se pervierte. Adam y Eva se han reencarnado en multitud de personas que han tocado el poder, en personas que han manejado cantidades indecentes de dinero, dinero perteneciente al pueblo, dinero procedente de los impuestos, del esfuerzo de miles de ciudadanos. Ciudadanos de diversas nacionalidades, porque come hemos podido ver en estos días que la corrupción no tiene fronteras. Al menos eso nos ha demostrado los escándalos aparecidos en los papeles de Panamá.

Panamá al igual que otros países se han convertido en paraíso, pero no un paraíso idílico sino fiscal, lugares donde muchos codiciosos guardan el botín saqueado a los trabajadores y ciudadanos. Dinero que tanto esfuerzo ha costado generar a la gente de bien.

Cuando el saqueo es ya tan escandaloso es imposible ocultar y emerge como un volcán. El pecado será juzgado por los tribunales que impartirán justicia. En unos casos algunos recibirán el castigo justo a sus pecados, otros pasarán impunes. Y otros purgarán sus penas en la cárcel, saldrán de ella tras un paréntesis en su vida, y seguirán viviendo a cuerpo de rey.

Las crisis son cíclicas, y los ciclos coinciden con periodos de tiempo en los que se va acumulando el saqueo del dinero público por parte de los codiciosos, de la quiebra de los bancos provocada por la mala gestión y el descaro de algunos desalmados sin pudor. El dinero generalmente no desaparece del país, sino que algunos lo cambian de lugar, lugares lejanos llamados paraísos fiscales, paraísos donde solo unos pocos acaparan toda la riqueza, mientras la mayoría trabajamos para pagar impuestos para ellos.