Los olvidados músicos de las verbenas

Para Fani, Héctor, ‘Campanilla’ y decenas de colegas de músicos de orquesta la música era su vida y su profesión; les han apeado del templete, sin miramientos ni paraguas económico, se buscan la vida pero sienten rabia y mucha nostalgia

Fulgencio Fernández
31/01/2021
 Actualizado a 31/01/2021
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Laura ‘Campanilla’ llega a primera hora al Edificio Europa para subir al piso de la empresa de teleoperadoras en la que trabaja; Héctor Viñuela sale a las siete y media de la mañana de León para estar a su hora en el cole de Villanueva del Campo, en Zamora; Fani anda de un lado para otro enseñando a los perros a sentarse, levantarse, dar la vuelta... obedecer; y a sus dueños a hacerlo ellos mismos... Los tres tienen un pasado común y cercano, eran músicos de orquesta, de alguna de las formaciones más conocidas, seguidas y celebradas en las verbenas. Los tres han estado en Cañón y Fani Coucheiro canta ahora enLa Misión, otra de las superorquestas. Pero a los tres les han desmontado el templete, se acabaron las fiestas, se acabó su modo de vida pues eran profesionales. Como decenas y decenas de colegas, repartidos por todas partes: «Tenemos colegas trabajando de todo, de recepcionistas, en garajes, en la hostelería, una era óptica pero no había ejercido nunca por la música y ahí está, ajustando gafas, como una campeona... y lo que es peor, muchos sin trabajo». Héctor Viñuela le pone cifras a otra tragedia más de esta pandemia: «De Cañón dependíamos 15 personas y solo dos hemos encontrado otro trabajo. Y la mayoría de las orquestas ofrecen un panorama similar». Y remata: «Habrá que volver a cosechar... el que tenga dónde».

Sonríe Héctor consciente de que éles uno de los privilegiados pues en la recta final de su etapa musical sacó las oposiciones de Magisterio y tiene un trabajo seguro, en un pueblo de Zamora este año (Villanueva del Campo) pero, señala, «al margen de una pasión tenía la música un componente económico con el que cuentas, que te lo sacas del cuerpo, y desaparece... Pero lo que más me molesta de todo es la invisibilidad a la que nos han sometido, no existimos, no somos nadie...».

A esta invisibilidad le pone ‘música’ Helio, gerente de una empresa de espectáculos, al que han dejado materialmente agarrado a la brocha: «Es muy desesperante cómo nos tratan. En Galicia ya han aprobado ayudas, en Asturias más, en Castilla la Mancha... en fin, en casi todas partes donde hay muchas orquestas, aquí si han legislado algo ha sido ‘contra nosotros’».Uno de los casos más singulares de reinventarse ha sido Fani Coucheiro, una joven gaditana que es una de las cantantes de orquesta más cotizadas, un espectáculo sobre el escenario. «Subí de Cádiz para incorporarme a Cañón, después he pasado a La Misión, y ya son once años de mi vida sobre los escenarios... y ahora nos han dejado en la calle».- ¿Mucha nostalgia?- Mucha. Los artistas, que creo quees lo que somos, se dice que vivimos de los aplausos y es verdad, pero no toda la verdad, pues hay mucho más: Vivimos de los aplausos, de las giras, de los viajes en el autobús de un rincón a otro, de las anécdotas de las verbenas, de ver a gente que te sigue, de la convivencia en el grupo... es todo un mundo, mucho más que subirse y cantar o tocar un instrumento».Fani ha regresado a «mi vida anterior». La gaditana tiene desde niña otra pasión, los perros. «Es lo que he estudiado, lo que iba a ser mi profesión. He cursado todo tipo de estudios: adiestramiento de perros, guía canino, adiestramiento en búsqueda, psicopatología canina... muchos; y jamás lo he abandonado, pero hasta ahora la música era mi vida, el sustento económico de la misma, y los perros un hobby y ahora todo es al revés».Para que la música no desaparezca sigue haciendo cosas, canta, sube temas a Internet, el grupo ha grabado un villancico, incluso este fin de semana han actuado en un programa en directo en la Televisión Gallega... «pero es otra cosa, ya te he dicho que un grupo es mucho más... el programa de Galicia nos permitió recuperar, por ejemplo, el viaje en autobús, tener esa sensación. Algo es algo, pero era solo una noche y ni siquiera pudimos ir todos pues la gente está buscándose la vida».

Y recuerda Fani cómo hacía verdaderas ‘locuras’ por compatibilizar la música con su pasión con perros: «Exceptuando el mes de agosto, en el que resultaba imposible hacer las dos cosas pues no hay ni un día de descanso, no han sido pocos los días en los que he acudido a una exhibición en Palencia, por ejemplo, y por la noche tenía que canta en Toledo... Y allí estaba, que estaría bien que la gente conociera lo que hacemos, que la imagen de las verbenas es muy bonita pero hay que currársela».

Laura, teclista en Clan Zero, se ganó el apodo de Campanilla gracias al buen rollo que trasmite, a su sonrisa abierta y eterna. «Esa sonrisa es hija de la felicidad de hacer lo que te gusta, aunque, de momento, consigo mantenerla, llevarla a mis nuevos trabajos, intentando que alrededor de mí fluya eso». Laura, después de estudiar Derecho y LADE, los había aparcado para dedicarse a la música y ahora ésta desaparece. «Nunca me arrugué; sentí mucho lo de tener que abandonar al grupo, Clan Zero, los ensayos, los viajes pero me puse manos a la obra». Estuvo de comercial y lo dejó pues no veía claro lo que vendía, pese a ser para una empresa de ‘luz’, y entró en la misma profesión que muchos colegas: teleoperadora. «Le puse la misma pasión que a todo lo que hago y me encontré con una grata sorpresa... me iba a ir y me dijeron que no querían perder a una trabajadora como yo y me propusieron un ascenso».

Y ahí está. Sigue siendo Campanilla, aunque no puede evitar ponerse seria al ver cómo está ‘la ‘profesión’. «Somos muchos y te cuentan cosas, no a todos les va bien; es más, les va bien a pocos yno puedes evitar pensar en que tal vez sea el final de una forma de vida».



Laura, Héctor y Fani coinciden punto por punto en el diagnóstico: «Creemos que esta época de las grandes orquestas, las verbenas, los camiones escenario, se acabó. Habrá que volver a empezar de cero, las orquestinas, evitar las aglomeraciones...». Y tienen una sensación compartida: «Este año ya nada, y el que viene ya veremos».

Tanto Laura como Héctor introducen otro ‘elemento’ en la dura ecuación, «nuestros jefes», que en su caso son hermanos, en Clan Zero y Cañón, los Reyero, músicos de toda la vida: «Mi jefe estuvo a unos días de la ruina. Iba a reformar todo el camión, meter mucho dinero, pedir un crédito... y esperó a ver qué ocurría cuando empezó todo esto», recuerda Héctor Viñuela, que sonríe al pensar que empezó en este mundillo de niño, haciendo dúo con tío suyo: «Volveremos a ello. A mí me queda el consuelo de que por lo menos soy profesor de música y no todo va a la papelera».

- Habrá que volver a cosechar... el que tenga donde.
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