Los ‘motes’ de los aluches

Los apodos llamativos en un deporte que las grandes figuras siempre los han tenido contribuyen a perpetuar su recuerdo

Fulgencio Fernández
04/05/2020
 Actualizado a 04/05/2020
Quintín Martínez, El Gladiador Romano de Acebedo; Tino El Mutilado de Paradilla y Flaviano El Tigre Leonés de Villaobispo, tres luchadores que viven en sus apodos.
Quintín Martínez, El Gladiador Romano de Acebedo; Tino El Mutilado de Paradilla y Flaviano El Tigre Leonés de Villaobispo, tres luchadores que viven en sus apodos.
«El recuerdo, la permanencia de un luchador en la memoria a través del tiempo, tiene mucho que ver con su calidad, con su comportamiento en el corro y, en buena parte, con un apodo que despierte interés, que enganche, que provoque preguntas sobre él, sobre los motivos para que adornen su carrera». El autor de esta reflexión es Javier R. Matilla, profesor leonés en la Universidad de Utrecht, aficionado a la lucha y asiduo de los corros en sus vacaciones de verano. Y completaba su argumento explicando que él mismo sintió curiosidad por saber quién estaba detrás de apodos como El Tío Perica (Crespo), El Caballero de Nava de los Caballeros (Nano Urdiales), El Mago (Felipe León), El Águila Rubia (Frumencio Álvarez), El Gladiador Romano (Quintín Martínez), El Tigre Leonés (Flaviano) o El Forzudo de Acebedo (Jandrón), por citar algunos.

Seguramente no le faltaba razón y si, para entenderlo, lo traemos a fechas más recientes, es más fácil que llame la atención conocer la historia que hay detrás de nombres como Rambo (Javier Fernández), El Helicóptero (Julio Álvarez), El Faraón (Alberto Rodríguez), El Viejo Profesor (Ernesto Díez), El Elegante (José Antonio Robles), Sansón (Jesús María Cabero) o El Divino (Héctor García).

Y es cierto que detrás de esos apodos hay historias muy atractivas. Así el Tío Perica (padre de Laurentino Crespo) pasa por ser el luchador que ganó un corro con más edad, al imponerse con más de 50 años en la cita de la Romería de Yecla en su tierra, Villaverde de Arcayos. De Jandrón, El Forzudo de Acebedo, se cuentan historias casi mágicas, como que desafiaba él solo a todos los presentes siempre que tuviera a mano un garrafón de vino, del que bebía con una sola mano. Falleció reventado al empeñarse en no recibir ayuda para sujetar la viga del cumbrial de la iglesia del pueblo, que también era el pueblo de Quintín Martínez, a quien bautizó Olegario Cascos con el épico nombre de El Gladiador Romano.

El Sastrín, Los molineros de Carbajosa, Crescencio el Pastor o El Vaquero, son apodos vinculados al oficio Un caso parecido al del montañés Jandrón sería el de El Gigante de Villaverde de Sandoval y los referentes más cercanos de luchadores de fuerza serían Sansón de Valdearcos o Félix Valladares, El Tractor de Pallide.

Muchos de los apodos estaban vinculados a sus profesiones, como ocurre con largas sagas de luchadores: Los Molineros de Carbajosa (Emiliano, Elías, Cástor, Luis...); los siete hijos molineros y luchadores de El Molinero de Garrafe; los De la Red de La Vega de Almanza, de la familia del futbolista del Real Madrid que tuvo que retirarse por una lesión cardiaca; Flavio, el del Valle de Mansilla, que quedó subcampeón en un recordado programa de TVE, El hombre más fuerte de España. A ellos habría que unir al enigmático Mariano Álvarez, El Gitano de Barrio de Nuestra Señora, que recibía ese apodo porque le gustaba andar solo por los caminos.

Algunas marcan la evolución y así Rodríguez Verduras pasó de ser El Estudiante a El Ingeniero unos años después Vinculados a sus profesiones son los apodos de algunos otros mitos de la lucha —a mayores de los molineros—como El Sastrín de Rucayo, una leyenda que se malogró en la guerra civil apareciendo muerto en los montes de su pueblo; Crescencio El Pastor de Prioro, abuelo de la saga Escanciano, que ostenta el récord de haber luchador cinco hermanos en el mismo corro; también El Hojalatero de Cerezales, El Barquerín de Secos o un caso curioso pues el apodo marca la evolución de sus estudios. Es el del luchador del Condado Luis Rodríguez Verduras, que en las primeras reseñas de los últimos años veinte aparece como El Estudiante y en las últimas, ya en los 30, su apodo ya es el de El Ingeniero. Luis R. Verduras también falleció en la guerra, en su caso luchando en el frente.

La guerra civil también tiene que ver con el apodo de otro mito de la lucha: Tino López, El Cojo de Paradilla o también El Mutilado, pues recibió un tiro y «le quedó seca una pierna», decían de él, pero siguió ganando corros. Protagonizó una feliz anécdota después del tiro, estaba en un hospital de campaña en Aragón y le reconoció una enfermera. «¿Usted es el luchador?», le dijo para mosqueo de Tino pues le cambió de fila y en la que le puso iba más lenta la entrada hasta donde estaban los médicos. La encontró semanas después y le pidió explicaciones, temiendo que fuera familia de algún rival al que había derrotado: «Estaba usted en la fila de amputar la pierna y le puse en la de operar».

También son muy frecuentes los ‘paralelismos’ con animales. Flaviano, que saltó de la lucha leonesa a la lucha libre en Madrid, aparecía en los carteles como El Tigre Leonés, mientras que otro con carrera paralela, Medina, se anunciaba como El Gorila y llegaron a luchar juntos en una velada de las fiestas de León. Más cercanos están El Zorro de Ambasaguas, El Gato de Taranilla o El Oso de Pallide, por citar algunos.

Hasta curas hubo con apodos y, la verdad, no son muy ‘respetuosos’. Así se recuerda Carracón, cura de Remolina, a Conrado, El Revoltoso de Adrados o el famoso Don Malaquías, el cura de los considerandos de Rucayo.
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