Los Magos de Oriente en la Catedral de León

Máximo Cayón Diéguez
05/01/2020
 Actualizado a 05/01/2020
El regio cortejo de los Magos de Oriente es una estampa sumamente tradicional. Conformada por estos fabulosos personajes, que guiados por la luz milagrosa de una estrella alcanzaron la gruta o establo de Belén de Judá donde Dios se hizo Niño, su fastuosa y deslumbrante comitiva alimenta la ilusión de los mayores y la fantasía y los sueños de los más pequeños. Por eso, el 6 de enero, festividad de la Epifanía del Señor, es una fecha mágica, popular y poética.

Basándose en los dones que ofrendaron al Señor, se estima que fueron tres los Magos de Oriente, astrónomos o astrólogos venidos de Persia, de Arabia o de la India, que representan al mundo de los gentiles, los cuales «entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra». Mt. (2, 10-11). El oro simboliza la realeza de Cristo; el incienso, su divinidad; la mirra, su encarnación, origen de la salvación del mundo. «Después de las bestias, que son la naturaleza; después de los pastores que son el pueblo, esta tercera potencia –El Saber– se arrodilla ante el pesebre de Belén». [Giovanni Papini: Jesús de Nazaret, 2003, pg. 21].

En el siglo III, d.C., Orígenes (185-224), de acuerdo con los citados dones fijó en tres el número de los Magos de Oriente. Por su parte, Tertuliano, (160-220), adoptó igual número apoyándose en el Salmo 72 (10-11), que la Iglesia Católica reza en la festividad de la Epifanía del Señor: «Los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo; los reyes de Sabá y de Arabia le ofrezcan sus dones; póstrense ante Él todos los reyes, y sírvanle todos los pueblos». San Veda el Venerable, (672-735), monje benedictino, en el siglo VIII, hizo la semblanza de cada uno de estos misteriosos personajes: «El primero fue Melchor, viejo, cano, de barba y cabellos largos y grises; el segundo tenía por nombre Gaspar, y era joven, imberbe, y rubio; el tercero, de tez morena, y totalmente barbado, se llamaba Baltasar…». Por razones de brevedad, prescindiré de traer a capítulo otras referencias bíblicas, apócrifas o sustentadas por piadosas leyendas.

Los ‘tres santos reyes’, cuyas reliquias se encuentran en la alemana y gótica Catedral de Colonia, concretamente, detrás del altar mayor, en un gran sarcófago, relicario de forma basilical enriquecido con piezas de incalculable valor, tienen registro y testimonio perenne en nuestro primer templo, que atesora, sobre distintos soportes, –piedra, alabastro, madera, cristal…–, hasta seis belenes, uno extramuros y otros cinco en el interior del recinto sagrado. Hoy, sin embargo, sólo fijaremos nuestra atención en las escenas relativas a la Adoración a Jesús por parte de los llamados popularmente Reyes Magos.

En virtud de ello, empezaré diciendo que antes de entrar en el templo, en la fachada occidental, en el registro central del tímpano de la puerta Norte o de San Juan, datada en el siglo XIII, es verificable cómo uno de los Santos Reyes dialoga con Herodes, mientras los otros dos adoran al Niño que descansa en el regazo de la Reina de los Cielos. Asimismo, en la fachada meridional, en la puerta central, denominada del Apocalipsis, de las postrimerías del citado siglo XIII, en cuyo parteluz se alza la efigie de San Froilán, en la jamba de la izquierda puede verse al rey Melchor y en la jamba de la derecha, a Gaspar y a Baltasar.

Luego, cuando uno se adentra en este Palacio de la Virgen, en la esplendente portada del trascoro, obra del siglo XVI, proyectada por Juan de Badajoz, el Mozo, puede observar y contemplar otra versión de la Adoración de los Magos, en uno de los cuatro medallones de alabastro, obra todos ellos de Esteban Jordán, datados en el último tercio del señalado siglo. Del mismo autor son las efigies en madera de pino, aunque parecen de mármol, situadas en el ático, correspondientes a San Pedro, San Pablo, San Marcelo y San Isidoro. Los otros tres medallones, vistos de izquierda a derecha, hacen referencia a la Natividad de Nuestra Señora, la Anunciación y el Nacimiento de Jesús.

Iniciado el recorrido por el interior del templo, en la parte superior de una de las ventanas altas, concretamente la señalada con el número 23, muy próxima al rosetón sur, que alberga la Coronación de la Virgen María, los tres Reyes Magos, provistos de sus respectivos presentes, simbolizan, bien, las tres edades del ser humano, (juventud, adultez y ancianidad), o, bien, los tres continentes conocidos en tiempos de Jesús, es decir, Europa, Asia y África.

De igual forma, en la capilla de la Virgen Blanca, anteriormente presidida por Cristo Salvador, y puesta bajo la advocación mariana en 1954, un conjunto de tres vitrales aluden, en el lado izquierdo, a la Adoración de los Pastores, en el centro, al Nacimiento de Jesús, y, en el derecho, a los Magos de Oriente, que, coronados, montados en sus cabalgaduras, salen de la espesura de un bosque. Su autor fue Rodrigo de Herreras. La fecha de su ejecución, 1565, «aparece en la parte inferior de la tercera ventana». El vitral fue un «encargo del canónigo Diego de Valderas, según sabemos documentalmente». [José Fernández Arenas: Las Vidrieras de la Catedral de León. 1976. Pg. 48]. Un panel de esta vidriera fue destrozado durante la noche del 20 al 21 de abril de 1991. Su restauración fue realizada por el leonés Luis García Zurdo, maestro vidriero y la financiación corrió a cargo de la extinta Caja España.

Otras manifestaciones relativas a la Natividad, Infancia y Bautismo de Jesús se hallan en el segundo ventanal de las vidrieras de la presacristía. Allí encontramos también la escena de la Adoración de los Magos. No acontece así en el maravilloso Nacimiento que acoge la capilla de su mismo nombre, tallado en madera de nogal, policromado, y dividido en dos planos, que, según Gómez Moreno, por «su estilo y carácter trascienden a flamenco».

El retablo gótico del altar mayor es obra de Nicolás Francés. Su predela está compuesta por seis tablas. Cuatro proceden de la iglesia de Palanquinos. Son éstas: ‘Anunciación’, ‘Venida del Espíritu Santo’, ‘Adoración de los Reyes’ y ‘Purificación de Nuestra Señora’. Las otras dos, ‘Tránsito de María’ y ‘Nacimiento del Salvador’, provienen de la iglesia de Nuestra Señora del Mercado y del Camino, la Antigua. Relacionadas desde el lado de la Epístola, la quinta, como es evidente, se refiere a la Epifanía del Señor. «Todas estas tablas», dice Juan Eloy Díaz-Jiménez, [Catedral de León. El Retablo. 1907, pg. 20], «fuera de las que muestran el Tránsito de la Virgen y la Venida del Espíritu Santo, reflejan la influencia de la escuela flamenca; pero con tendencias arcaicas, como lo demuestran los tonos fríos de los coloridos y el alargamiento y rigidez de las figuras».

En el claustro, en la parte superior de los intercolumnios, se conservan restos de pinturas murales. Unas, del siglo XV, son autoría de Nicolás Francés. Otras, de la segunda decena del siglo XVI, de Lorenzo de Ávila y Francisco de Carrancejas, enterrado en este recinto, en sepulcro inmediato al de Velluda de Ver, esposa de Enrique de Arfe. [Raimundo Rodríguez, ‘Guía Artística de León’, 1925, pg. 107]. Comprenden la Redención del género humano. En el tramo 7, estuvo la Adoración de los Reyes, sobre el sepulcro de Juan Álvarez, arcediano de Mayorga, gran devoto de los Magos de Oriente, tal como consta allí, en «una inscripción ejecutada en rehundido», realizada en caracteres góticos. [María Ángela Franco Mata: Escultura Gótica en León. 1976. Pg. 464].

Igualmente, en el lienzo sur, uno de los relieves acoge también la Adoración de los Magos. Por su singularidad, a juicio de Mariano Domínguez Berrueta, [Guía del Caminante, 1957, pg. 157], «allí está el más lindo Nacimiento que pueda imaginarse, la Adoración de los Reyes más bonita que la fantasía de un niño pudo soñar. El primer Rey adorador saluda con la corona en la mano, como en el sepulcro del Deán D. Martín, y al fondo una estrella microscópica, verdaderamente encantadora. ¡En estas cosas tan lindas nadie repara!». El sepulcro del citado deán, fallecido en 1250, se halla en el ala occidental del claustro. En el ala meridional, en el sepulcro de Pedro Yáñez, muerto en 1258, se representa también la Adoración de los Magos. Para el lector interesado en otros detalles de ambos monumentos funerarios, resulta de imprescindible consulta la obra, antes citada, de María Ángela Franco Mata.

En este apresurado recorrido, a modo de colofón debe subrayarse que la Sala del Tesoro, antigua Sala Capitular, del Museo Catedralicio y Diocesano, custodia un tríptico del siglo XVI, de la escuela de Amberes. «Guarnecido por un bello retablo del año 1769», en la tabla central muestra la escena de la Adoración de los Reyes. La Sala de los Marfiles acoge una Adoración de los Reyes, pintada sobre un espejo, y otra pintura en cobre, sobre el mismo asunto, de la escuela de Rubens. Ambas son del siglo XVII. La Estancia de la Escalera ampara una tabla con el mismo asunto, procedente del retablo mayor de la iglesia de Fuentes de Carbajal, de autor anónimo, del siglo XVI, y en la Sala del Rosetón se expone el maravilloso cuadro de la Adoración de los Reyes, de Pedro de Campaña, ejecutado entre 1533 y 1562, donado por el obispo Juan Fernández de Temiño. [Máximo Gómez Rascón: Museos de la Catedral de León. 2017. Pg. 274, 289, 313 y 376].

Epifanía es voz griega que significa ‘manifestación’. Las tres figuras de los Magos de Oriente tienen, como dije al principio, registro y testimonio en la Pulchra Leonina. Cada 6 de enero, su fascinante cortejo impregna nuestro corazón de nuevas esperanzas y nuevas ilusiones.

Máximo Cayón Diéguez es Cronista Oficial de la ciudad de León
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