Los hijos de las calcomanías

17/05/2017
 Actualizado a 03/09/2019
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La primera vez que la abuela vio en la ropa de lavar los pantalones nuevos y rotos de la nieta mayor los cosió, antes de nada, y se los mostró feliz al día siguiente para que viera que había tomado medidas sin decirle nada a su madre, no la fuera a reñir, con lo penado que estuvo siempre romper los pantalones nuevos. Y por dos sitios. Y menudo sitio, en la misma nalga, que vete a ver lo que enseñaría.

Nunca se pudo creer que los pantalones «fueran así», convencida de que los locos eran los otros. Romper los pantalones... ¿Dónde vamos a parar? ¿En qué daremos?

La primera vez que le vio un tatuaje al novio de su nieta frotó y frotó. «No se quita esta 'calcamonía', hay que darle con el estropajo». No se pudo creer que era para toda la vida. No os cuento los comentarios del día que aparecieron con un piercing en la nariz. Una argolla, como los toros, argumentó.

Pero cuando los puso la nieta todo cambió. Y en las conversaciones con las amigas ya lo defendía todo. «Pues eso, modas, ¿qué son las modas? Anda que no hicimos tonterías nosotras, y no hicimos más porque no nos dejaron, que todo estaba prohibido».

Nada nuevo bajo el sol. Tatuajes o zapatillas iguales. Que se lo digan a García Alix y las miradas que tuvo que soportar para que ahora vayan los chavales con la foto del tatuaje de Sergio Ramos o Messi para que se lo hagan igual.
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