Los hijos de la razón

16/10/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Los deportes tradicionales son hijos de la razón. Y de la lógica, la necesidad, la adecuación al medio y la inteligencia natural que tienen los que cada día se ganan la sobrevivencia.

Cuando dos chavales están solos con las vacas en el monte o cuando dos molineros están esperando a que llegue alguien con un carro de grano para moler... no tienen a mano una pista de padel, ni raquetas, ni pelotas. Y se agarran uno al otro y juegan a ver quién puede más, quién tiene más fuerza, quién aplica mejor la maña. Y cuando ven que se rompen los pantalones de agarrarse a ellos, pues se ponen un cinto de cuero y se aferran a él para seguir jugando.

Cuando muchos paisanos están sin nada que hacer en la mañana de un domingo y ven que la puntería forma parte de sus oficios pues colocan unos palos de madera gruesos, que llaman bolos, y hacen puntería con ellos. Aunque para que no sea tan fácil hay jugadas, carambolas y posibilidades que valen más que otras. Lo difícil se paga más que lo fácil. Y para que haya aliciente pues nada mejor que disputarse una cántara de vino que beben todos juntos.

Y otros birlan. Algunos clavan con destreza la navaja en el suelo. Los hay que tiran la gorra o una herradura vieja. Que la falta de imaginación no vaya a dejar sin entretenimiento a los hijos de la razón.

Lo que ya no encontramos es la razón. Como para tener hijos.
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