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Los fuegos se apagan en invierno

18/07/2015
 Actualizado a 16/09/2019
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Incendios como el que asola La Cepeda estos días, o como el que se llevó casi 13.000 hectáreas en Castrocontrigo y Tabuyo del Monte hace tres años, queman tanto por fuera como por dentro. Escuchar las voces entrecortadas del alcalde de Quintana del Castillo, o las de los pedáneos de Palaciosmil, Villarmeriel, San Feliz de las Lavanderas o Villameca es también sentir la desolación y el miedo de quien pierde una parte de su persona. Los vecinos de esta olvidada comarca leonesa, que han salido adelante a lo largo de los años por su propio tesón y voluntad, ven ahora como un estúpido incendio, que se ha convertido en un monstruo con siete garras, está destruyendo por completo algo intrínseco de la zona, como es su flora, de pino y roble, y su fauna, con los famosos urogallos intentando no desaparecer para siempre.

Todo eso puede morir, está muriendo o se ha muerto ya. Y fenece de la manera más lamentable posible. Arrasados por un fuego que ha sido provocado por la mano humana, de manera intencionada o accidental, está por ver, pero en cualquier caso por la acción del hombre. Y de eso, la culpa no la tiene nadie, salvo el que la tiene toda.

Dicho esto e iniciado el infierno llegan con él el resto de prepotencias y miserias humanas. ¿Cómo es posible que preguntas que se plantean desde hace tantos años no hayan sido respondidas? La provincia de León, por su orografía, tamaño y características debería ser la región más preparada contra el fuego de toda España, o al menos estar al nivel de las mejores. Y nos podemos fijar en Soria (dentro de ‘nuestra’ propia comunidad) allí no se prende una cerilla sin que lo sepan. ¿Por qué no pasa lo mismo en León? Pero qué coño pasa con León.

Y lo peor de todo es la prepotencia humana, el no saber admitir tus errores y rectificar. Ponerse la venda como el señor Guillermo García, delegado de la Junta, o la señora Rosa Valdeón, vicepresidenta, quienes todavía no han asumido el error del pasado lunes en los primeros compases del incendio, ni tampoco el hecho de no dejar un retén mayor la noche del martes.

Pero absolutamente entristecedor es el relato de Emilio Cabezas, regidor de Quintana. De cómo fue tratado y casi humillado en los primeros compases del siniestro. A mí de pequeñito me enseñaron que un alcalde es la máxima autoridad del pueblo. Nadie está por encima. Él se lleva los honores, y también los palos. Y tratarlo por el ingeniero inepto de turno como un cero a la izquierda, poco menos que un estorbo, es no solo reprochable, yo diría que casi punible.

El lunes 13, sobre las tres de la tarde, Emilio Cabezas se acercaba al monte, cerca del camino forestal a pocos metros del incipiente incendio de Palaciosmil. Allí acababa de llegar una especie de coordinador (desconozco si ingeniero de montes o no) del operativo que estaba a punto de desplegar la Junta. En el lugar también se encontraba el camión forestal perteneciente a la Mancomunidad de la Cepeda. El primer edil llegó en su moto, que estacionó a un lado del camino. En ese momento más que el fuego, parece que el operativo de la Junta se centró, como no, en sacar esa moto de allí.

La moto era el principal problema, no fuera a entorpecer. Algo que el alcalde puso en duda. A partir de ahí Cabezas era un estorbo y sus opiniones un lastre. Opiniones como la que subrayó en cuanto al camión. El más avispado de los coordinadores forestales (que suerte que estaba allí) ordenó que ese vehículo atacara al fuego directamente, contraviniendo la creencia del alcalde, que apuntaba que quizás fuera mejor que realizara otras labores, como desbrozar un paso para que el fuego no avanzara. Resultado, ya lo saben. Camión calcinado y dos heridos, uno de ellos grave y trasladado a Valladolid, el otro en el Complejo de León. (Evolucionan bien).

De verdad les digo; ya no es cuestión de respetar la opinión de un alcalde, que también. Todo, como suele suceder en esta perra vida, es sentido común. Si el responsable contraincendios de turno llega a un fuego que no conoce en una zona que no domina… qué problema hay en dejarse asesorar por una persona, regidor o no, que lleva toda la vida pateando esos montes, que conoce el tipo de flora y la reacción de la misma con el fuego, que sabe cómo son los vientos a esa hora en ese lugar y en esta época del año, que ha mamado (perdonen la expresión) caminos, sendas, cortafuegos y demás vericuetos de la comarca desde hace medio siglo...

Me quedo con una frase que me repitió por dos veces esta semana el máximo responsable del Consistorio de Quintana y que da buena cuenta de la vieja sabiduría popular, a la que todos debiéramos atender un poco más. Me dijo: «los fuegos no se apagan en verano, los fuegos se apagan en invierno».
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