"Los exiliados se fueron con lo puesto, les incautaron todo"

La leonesa Ana Cristina Rodríguez analizó en las jornadas de ‘Historia y memoria’ en Valencia de Don Juan la importancia de la represión económica ejercida sobre los que tuvieron que abandonar España después de la guerra, como factor de represión pero también para financiar al proprio régimen franquista

Fulgencio Fernández
21/07/2021
 Actualizado a 21/07/2021
Ana Cristina Rodríguez Guerra durante su ponencia.
Ana Cristina Rodríguez Guerra durante su ponencia.
La leonesa Ana Cristina Rodríguez Guerra, que forma parte del Personal Investigador en Formación en el Área de Historia Contemporánea de la ULE y habitual colaboradora de los cursos anteriores de Historia y memoria, presentó en la jornada de este miércoles una ponencia dedicada a analizar la ‘Incautación de bienes a exiliados: el carácter complementario de la represión económica’ en la que analizó en primer lugar lo que significa el concepto represión: «Es algo que hace referencia al conjunto de acciones que se aplican sobre aquellos individuos o grupos de individuos que ponen en peligro las relaciones de poder. Este tipo de prácticas pueden ser llevadas a cabo por los gobiernos, pero también por organismos internacionales o por otros grupos profesionales, es decir, por aquellas instituciones que poseen una autoridad legítima o de facto y que cuentan con los medios coercitivos necesarios para mantener controlada a la población. Por todo ello, el concepto de represión puede aplicarse a todo el conjunto de mecanismos orientados al castigo de todas aquellas acciones que se desvían de un orden ideológico, político, social o moral previamente establecido».  

Una vez fijado este criterio ya se centró Rodríguez Guerra en el caso de la guerra civil española para recordar que «las nuevas autoridades sublevadas instauraron un sistema  represivo  orientado  a  eliminación  de  cualquier  posición  contraria  a  los  principios  del Movimiento Nacional. Esta represión era física (represión extrajudicial, juicios sumarísimos, torturas, malas condiciones del ámbito penitenciario, etc.), laboral (depuraciones), moral (censura, imposición del catolicismo), sexuada y económica (multas, incautación de bienes, suscripciones patrióticas, etc.). Todas estas modalidades, combinadas entre sí, pretendían aislar a las personas contrarias al nuevo régimen que, una vez privadas de su vida o su libertad, se veían aisladas social y económicamente».

Como se ha visto en otras ponencias el volumen de quienes debieron abandonar el país es realmente elevado y, recordó la ponente, «por cuestiones obvias, aquellas personas que habían logrado salir al exilio no pudieron ser objeto  de  buena  parte  de  las  acciones  represivas  desarrolladas  por  el  régimen.  Sin  embargo,  no pudieron evitar la represión económica. En estos casos, las víctimas únicamente salían de España con lo mínimo indispensable, dejando buena parte de sus propiedades atrás (fundamentalmente, viviendas y negocios)».

Ante esta situación son precisamente estos bienes inmuebles los que se convierten en objeto de atención de las autoridades sublevadas, «que ven en ellos una forma de represaliar a los desafectos, pero también un medio para conseguir los recursos económicos necesarios para, en primer lugar, poder mantener el esfuerzo bélico; y, una vez terminada la contienda, para la construcción del Estado franquista».  Explicó Rodríguez Guerra que por ello «la represión económica se convirtió en la práctica más adecuada para sancionar a los exiliados o a aquellas personas que habían abandonado sus lugares de residencia habituales para buscar espacios más seguros. De entre todas las prácticas que pueden englobarse en el concepto de ‘represión  económica’,  las incautaciones de  bienes fueron las más recurrentes y las más efectivas».

En la misma jornada presentó una ponencia otra habitual de los cursos, Susana Sueiro, que analizó en el marco de la presencia de obreros españoles en Estados Unidos cómo «las imágenes positivas que asociaban ese país a la libertad, el progreso, la modernidad y la república modelo, se fueron erosionando para dar lugar a cuadros mucho más críticos, desencantados, e incluso irónicos,  como  los  que  trazaron  las  publicaciones  anarquistas  de  los  inmigrantes. Ese desengaño, cuyas causas son fundamentalmente la discriminación y las duras condiciones de vida y trabajo a las que hubieron de enfrentarse, fue precisamente el caldo de cultivo que llevó a muchos a abrazar una militancia radical anarquista». Otro factor fue «el abandono por parte de las élites dirigentes de EEUU, y en general de la sociedad blanca, incluidas las organizaciones sindicales, del paradigma inmigratorio abierto para abrazar el paradigma del inmigrante como enemigo interno».
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