Los dolores

07/10/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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No se puede poner una mala en San Froilán. Ya es mala suerte, ¡y encima del estomago! Pues nada, se me acabaron las rosquillas, la morcilla, los crèpes del mercado medieval… ¡mejor no pensarlo! El caso es que llevo ya un tiempo con problemas de estomago que últimamente me han ido a más. Es lo típico que vas dejando y dejando porque bueno, ya se me pasará, y al final te preocupas. Voy al médico de cabecera por puro trámite, para que me derive al especialista, pero en realidad me siento frente a él como si ejerciese un poco de psciólogo, para contarle mis penas. Apenas me mira, y mucho menos me toca, y me dice que ya me llamarán para la cita con el digestivo. Y tú te quedas ahí, con la cara de tonta, pensando: ¡pues menuda solución después de todo el monólogo que me he marcado aquí! No he debido de llorarle lo suficiente para que ni siquiera lo considere un poquito importante… pero lo que ellos no saben es que para cada uno sus dolores son todo un mundo. Yo no me considero mala enferma, pero cuando te encuentras mal… ¡cómo valoras la salud! Pues me fui de la consulta igual que entré, con los mismos problemas, las mismas preocupaciones y los mismitos dolores, porque ni para eso me recetó algo. Pero lo más gracioso es cuando te llaman para la cita y te la dan para cuatro meses más tarde. Vamos que una se puede desvanecer antes de ir a la consulta. ¡Encima para la primera! Que vuelve a ser un poco lo mismo: te cuento mis problemas, tu miras al ordenador mientras hablo en busca de mi historia, tampoco me tocas –qué manía, ni que fuese algo contagioso– y ya sólo se limitan a enviarte análisis, porque siempre hay que empezar por ahí. En fin… que como en todo, o tienes un buen padrino, o puedes tirarte un año y medio para que te hagan un estudio completo en la seguridad social. Y sin todavía sin solución, vengo a disfrutar del finde en León rodeada de olores ricos que no podré catar… Y a Cocacola batida toda la noche, ¡así no!
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