25/01/2020
 Actualizado a 25/01/2020
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Si es que desde lo del oro de Moscú en el 36 las cosas no volvieron a ser lo mismo. La gran evasión de lingotes para cambiarlos por tanques y suministros varios, dejó nuestros depósitos dorados prácticamente a cero. De aquella éramos los cuartos del mundo en reservas metálicas y algunos aseguran que hasta nuestro nombre de Hispania viene del fenicio ‘I-span-ya’ que se traduce como tierra donde se forjan metales ya que ‘spy’ en fenicio (raíz de la palabra ‘span’) significa batir metales. Por algo anduvieron al latrocinio y desfalco griegos, fenicios, cartagineses y romanos esquilmando nuestras montañas para expurgarlas de todo noble metal. Esa fiebre del oro que dejó movidas y removidas estas tierras leonesas. Basta mirar a las rojizas Médulas que los romanos dejaron desgarradas y cubiertas de grietas, vaciadas de entrañas y, como dijera Gil y Carrasco, «con un aire particular de grandeza y extrañeza que causa en el ánimo una emoción misteriosa». Habrá que drenar el Sil batea en mano para ver si conseguimos apañar alguna que otra pepita que se hayan dejado olvidada para dársela a Todos. Nada por aquí nada por allá. Desolación y desierto, vacío áureo que reclama estrategia de supervivientes. Así que resulta comprensible que para abaratar los costes de los ositos y demás piezas de su glamouroso catálogo, sus diseñadores y dueños opten por rellenarlos de metacrilato en vez del oro y la plata macizos de los que presumen sus legítimos dueños , que a buen caudal los mercaron. Saldrán ganando las nobles cervicales y cisneados cuellos de las ilustres damas que luzcan las joyas catalanas. El metacrilato es liviano, eso sí , debidamente escondido tras áureo o argento aderezo. Todo por la causa del postureo. Además el plástico le aporta un aire como popular que acerca a pudientes al resto de los mortales. Lo de menos es el contenido. Lo que cuenta es la cubierta de oro y plata símbolo de prestigio y poderío económico. Picaresca española es rayo que no cesa.

Ante la denuncia de los consumidores de vender bisutería por joyas dicen los presuntos defraudadores que ellos cumplen la legislación incorporando «núcleos no metálicos que ayuden a conferir estabilidad a la pieza manteniéndose siempre una parte de primera ley». Veremos si logran convencer a los adictos al osito.

Tan avispados lectores habrán adivinado el nombre del osezno que hoy ruge tras la columna. En efecto, Misha, aquella mascota de los Juegos Olímpicos de Moscú. Porque de Rusia hablábamos ¿verdad?
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