Los de las capas pardas

Las cofradías son historia de la Sobarriba e historia importante. La de las Capas Pardas suena más, gracias a Berrueta, pero hay otras muchas e importantes que hoy repasamos

Antonio Barreñada
21/07/2019
 Actualizado a 18/09/2019
Las Capas pardas en Santa Eugenia, imagen del álbum de Berrueta (1944).
Las Capas pardas en Santa Eugenia, imagen del álbum de Berrueta (1944).
"Se hizo un silencio emocionante al entrar en el patio los hombres de las capas largas y las caras serias, de la cofradía de Paradilla (…)". Mariano Domínguez Berrueta, leonés de Salamanca, Cronista oficial de la provincia, describía así algo de lo que tenía lugar el 3 de junio de 1943. Esas palabras, con la oriflama de la época, figuran en una pequeña publicación: "Crónica de unas fiestas muy sonadas que hubo en la ciudad de León en el año de gracia de MCMXLIII", o de las 'Fiestas Isidorianas celebradas en la capital del Reino de León'. Es menos conocido este opúsculo que el álbum fotográfico que un año más tarde dedicaría Berrueta a esa "compañía": 'De la Tierra de León Linajes de aldea: la noble cofradía de Paradilla'. Y es también poco conocido (incluso para los mismos integrantes actuales) que don Mariano fuera "Hermano Mayor" de la de las "Capas Pardas" y con ella peregrinara por esos mismos años a la Virgen del Camino, como uno más de "los del Voto".

Berrueta fue, en buena medida, "culpable" de que la de Paradilla se ganara justa atención e interés, pero no es la única que ha tenido en la comarca una especial presencia: para poco más de cuarenta pequeños pueblos, más de veinte figuran en el 'Arciprestazgo de Sobarriba' en la relación de la visita pastoral del Obispo Cuadrillero de 1778-80; y faltaría alguna. El "Expediente General de Cofradías" de 1770 es otra fuente de información, en la que, desde la Universidad de León, Alfredo Martín García ha venido trabajando en el campo de 'Ilustración y religiosidad popular' en la provincia, como Laureano M. Pérez Rubio lo hiciera en manera intensiva para la Diócesis de Astorga, y un inédito trabajo fin de estudios como Graduado Social que Josefina Álvarez Fernández (montañesa de Luna, afincada en La Sobarriba y madre de un tal Clemente Fuertes) realizara a finales de los años ochenta se centraba en dos de estas hermandades, desgraciadamente (como tantas otras) ya inoperantes: la de Villavente-Golpejar y la de Tendal-Valdefresno.

Del Rosario y de Nuestra Señora de la Expectación o de la "O" la de Villavente y Golpejar, misma denominación que la de Navafría, del Rosario igualmente las de Villacil (donde también la hubo de San Pedro), la de Santa Olaja de Porma y la de Santa Olaja de la Ribera, de San Roque y, sobre todo, la de San Pedro de Alcántara en Villaturiel, de Santiago y Santo Tomás en los Valdesogos, de Nuestra Señora y del Cristo en Solanilla y Villalboñe, de los Mártires en Villaseca, del Aniversario en Villacete, de la Vera-Cruz en Villarroañe y también con esta devoción la de Tendal y Valdefresno, del Cristo en Corbillos, de Santiago en Marialba, de Nuestra señora del Ario en Carbajosa, la de la Asunción en Arcahueja, la de Santa Eugenia en Paradilla y media legua en su entorno… añádanse en muchos de los lugares la suya de Ánimas y no deje de hacerse con la propia y muy relevante de Ánimas de la Sobarriba, de toda la histórica Hermandad.

Capa Parda, "larga y honesta", indumentaria de gala de los campesinos en basta, prieta y pesada tela de lana, "de Honras" en las también leonesas tierras de Aliste, Sayago o las del otro lado de "la Raia", de Trás os Montes, era costumbre que la regalara la novia al novio en "las vistas". Por cierto: anótese que desde la de Navafría (1682) hasta la de Tendal-Valdefresno (en sus Estatutos renovados de 1918) se reconoce que la mujer podía ser hermana, y no sólo en caso de viudedad, como venía a ser práctica más extendida. La "igualdad de género" tampoco es patrimonio de los nuevos tiempos y formas.

Conste que la "prenda" era propia de los paisanos de toda la comarca (desde donde siguen bajando a la ciudad en ocasiones festivas de carácter folclórico), que en la Regla de la cofradía de la Expectación y Rosario figura capítulo en el que se ordena lo que adjunto se acompaña, y que algunas de las más fidedignas informantes, como Ester Crespo, recuerdan de mediados del siglo pasado, cuando todavía vestían las largas capas los del pueblo y los de Golpejar, al venir a donde estuvo la Casa de la Cofradía (al lado de la de Concejo), para arriendos y celebración… con frecuentes dificultades de retorno a consecuencia de trabes de las capas y algunos cuartillos de vino.

La conocida como de "Las Capas Pardas" (negras desde que en 1975 le diera a un párroco por la renovación, cosa que disgustara grandemente a doña Concha Casado, como recoge en un cuento suyo el Conde de Gaviria) es a la que el gran normalizador de los asuntos religiosos de la diócesis legionense, el obispo Bartolomé Santos de Risoba –el mismo que aprobó también las Ordenanzas del Voto de la Sobarriba– confirmaba en 1647 su "Regla Constituciones y ordenanzas que los cofrades de Señor San Pedro, Santa Eugenia y Consortes están obligados a cumplir". Los "consortes" en cuestión eran Santo Tomás, San Martín, Santa María Magdalena, y Santos Mártires San Fabián y San Sebastián. Tantos patronos no hacen sino reflejar que esa vieja institución, renovada que no nacida a mediados del XVII, había refundido otras preexistentes en el territorio al que extendía su terreno, en todos los sentidos.

"Las cofradías constituían la forma asociativa más extendida en la España del Viejo Régimen", señalaba el citado Alfredo Martín, quien ha analizado cómo desde el despotismo ilustrado y regalismo hispánico se intentó, a la vez que "racionalizar" y purificar la religiosidad popular, "acabar con el lastre que, desde su perspectiva, significaban para las endebles economías de las clases bajas las exigencias económicas de las cofradías" (con abrumador predominio en el ámbito rural sobre el urbano) y, evidentemente, captar recursos para unas arcas públicas siempre hambrientas, como permitiría hacer el informe que Campomanes completara en 1783, amparando tal captación de bienes en las "Juntas de Caridad" (según un modelo que triunfaría posteriormente) y Jovellanos apostillara en su "Informe sobre la Ley Agraria" (1795). Libros de eclesiásticos del "Catastro de Ensenada" y otras fuentes dan fe de las numerosas propiedades y recursos administrados bajo el amparo cofrade, una sabia manera de antaño para resolver problemas sin fin de tiempo: fiscalidades abusivas y necesidades de solidaridad entre los humildes, dados la consuetudinaria sequía y el abandono de los gobernantes.

Afanes desamortizadores de los ilustrados del XVIII que se seguirían con los más afamados de los liberales en el XIX pretendieron rentabilizar (o más bien "rentar") bienes de la Iglesia, de los Concejos y de unas Cofradías, cuyos fines y actuaciones no comprendían meramente asuntos religiosos sino que se ocupaban de necesidades de tipo socio-asistencial, y lúdico también, asentadas sobre propiedad de la tierra y de la cabaña ganadera (sobre todo bovina), con la práctica habitual de su arriendo. Curiosamente, en buen número de los casos, las reglas y ordenanzas establecen la fiesta del patrón/a para realizarlos y el 8 de septiembre, de manera muy coincidente, para el cobro de las rentas, en grano o en "maravedises", como figura (aunque ya fuera en pesetas) en data de libros de cuentas como los de Arcahueja (desde 1840 lo conservado), guardados en su propia arca, como la del Concejo.

Entre otros bienes, en alguna ocasión, presas y molinos, como en Santa Eugenia. Una antigua ermita a ella dedicada se alzaba al sur de Paradilla, a pie de la Cañada Real, en término de la Venta de los Ajos, que históricamente se identificara como "Villa Gatón". En la zona conserva la Cofradía aún algunas de sus fincas, pero, desde las citadas desamortizaciones, no posee ya lo que, en su propia historia, resume la de la tierra toda:

Desde huellas de los castreños lancienses y paso de las legiones (a juicio de algunos) al del XVI que fuera de los cofrades, el molino que tuvo tres árboles grandones: las dos secuoyas (se quedó la viuda) y "el Cristo", Julián López, tan grande que en el "¿Hay quién luche?" de Rodríguez Cascos y Camino figura en dos pueblos a la vez (Villacete y Paradilla). Pasaron también por allí "los de Carbajosa", en ese devenir de arriendos que se sucedieron después de que, enajenado, pasara a manos burguesas con un relato que define el de esa clase emergente y ensanchante del XIX leonés en la que fructíferamente están ahondando investigadores como Julián Robles y Javier Fernández-Llamazares. Jolís, Hevia-Chaussadat, Fernández-Chicarro, Zapico-Arriola, Banciella, Guisasola Fernández-Ladreda… son algunos de esos "señoritos" que acumulan pequeñas (grandes había pocas) propiedades en La Sobarriba y, siguiéndose la que es norma de todo este proceso "modernizador", tienen más interés en las rentas que en la explotación directa, por lo que, los campesinos, que habían estado libres de señoríos desde el Realengo medieval, pasan a ser contribuyentes de la nueva clase emergente. Frente a ello, a pesar de ello, los de la tierra dura, seria cara (¡cómo la iban a tener!) y capas pardas, como la tierra, se dieron maña para salir adelante, con mucho apoyo mutuo y alguna alegría, que no todo iban a ser penitencias.

El 2 de junio de 1890, en visita pastoral del Ilmo. Sr. Dr. D. Francisco Gómez-Salazar y Lucio-Villegas por la Gracia de Dios y de la Santa sede Apostólica Obispo de León, Conde de Colle, Señor de los lugares de las Arrimadas y Vegamián… habiendo observado que en el Libro de Cuentas de la Cofradía del Ario de Carbajosa no figura más que el cargo (gasto) y en éste pesa más el consumo de vino que el pago de predicadores, no da su aprobación. El próximo día 14 de agosto, víspera de Nuestra Señora, los de Arcahueja, después de la misa de la Cofradía, cumplirán con otro precepto: la merienda en la que, como una pascua cazurra, se comparten escabeche, cebolla, pan… y vino.
Lo más leído