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Los conjurados

03/03/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Las tres comunidades autónomas que históricamente han resultado peor tratadas por los informativos meteorológicos celebraron esta semana un acto conjunto en Madrid. Como el anticiclón ha terminado con el centralismo, dejándonos a todos los españoles el mismo panorama de cielos despejados y temperaturas al alza (llegué a escuchar estos días a un leonesista que «en Valladolid no hay tanta contaminación como dicen, pero activan el protocolo para dárselas de capitalinos»), los presidentes de Asturias, Castilla y León y Galicia unieron sus voces para reclamar más infraestructuras para lo que los meteorólogos definen como «el cuadrante Noroeste», ése por el que suelen entrar las borrascas y los temporales que ahora ya no forman parte de los inviernos sino del ‘infoentretenimiento’. «Dichoso cuadrante Noroeste», le decía mi abuelo a la tele cada vez que el hombre del tiempo nos anunciaba granizo, rayos, truenos y viento huracanado. En el hotel Palace de Madrid, entre lámparas de araña y el aroma rancio del lujo pasado de moda, los presidentes del Noroeste dieron tres discursos que, con toda sinceridad, me parecieron magistrales. El asturiano Javier Fernández definió a los protagonistas de la reunión como «distintos, pero razonables» y dio argumentos tan demoledores como que «los números, que son siempre más sinceros que las palabras, nos alertan de que, a efectos demográficos, el Sur tiene un balance más equilibrado que el Norte y el Este que el Oeste». Terminó citando a Juan Benet y su novela ‘Volverás a Región’ como ejemplo de la sociedad «pobre, atrasada, autárquica y dictatorial» que fuimos, tanto en la ficción como en la realidad, y, pidiendo perdón de forma preventiva (dos citas tan literarias en un entorno tan pre-electoral podrían haber sido interpretadas como una provocación), recomendó un poema de Borges titulado ‘Los conjurados’, que venía muy al caso y que termina así: «Acaso lo que digo no es verdadero; ojalá sea profético». Brillante estuvo también Alberto Núñez Feijoó, que llevó la abrumadora sorna gallega a su ponencia y reconoció que, cuando se terminen las obras del AVE, los trenes, por puntuales que lleguen a Galicia, acumularán más de 30 años de retraso. Como sus compañeros, aprovechó que el corredor Mediterráneo pasa por el Mediterráneo y que el corredor Atlántico pasará algún día por el Atlántico para lanzar puyas escrupulosamente constitucionales: «Que no puedan emplear el argumento del centralismo quienes quieren romper este país». Dijo también que, con su reivindicación de más infraestructuras para el Noroeste, los tres dirigentes demostraban estar más preocupados por las próximas generaciones que por las próximas elecciones, frase que siempre asoma cuando asoman las urnas, da igual el bando y que sean municipales, autonómicas o generales. Luego se giró hacia Juan Vicente Herrera y se preguntó: «¿Por qué siempre se van los mejores?». La verdad es que, en estos últimos meses, si miras detenidamente a los ojos del presidente de la Junta de Castilla y León se escucha una misteriosa voz que viene desde el mismísimo refranero y advierte: «Detrás vendrá quien a mí bueno me hará». Alejado ya de las tensiones y las ambiciones, convertido con el paso del tiempo en uno de los grandes oradores del PP, Herrera sentenció que «España es hemipléjica en infraestructuras, con un grave desequilibrio entre Atlántico y Mediterráneo». Lo cierto es que tiene toda la razón, como también es cierto que entre las 600 personas que escuchábamos a los tres presidentes del Noroeste (además de que sentí que esa mañana yo era el más joven del Palace) no había en total más de 30 ó 40 mujeres, sin contar a las elegantes azafatas que posaban como maniquíes entre las mesas, lo que demuestra que, si no se atiende también a los desequilibrios de género, esta sociedad seguirá siendo hemipléjica por muchos trenes que nos construyan y por rápido que vayan.
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