Los caminos del agua de Riaño al Canal de Castilla

El embalse de Riaño era pieza esencial del conocido como Plan de Tierra de Campos del ministro Laureano López Rodó, miembro del Opus Dei

Félix Pacho Reyero
06/01/2016
 Actualizado a 13/09/2019
Azud del Esla en inmediaciones de Sorriba para surtir al Canal Alto de los Payuelos.
Azud del Esla en inmediaciones de Sorriba para surtir al Canal Alto de los Payuelos.
En 1962, cuando las gentes, los valles y las montañas del noreste de León comenzaban a agitarse ante el amago del embalse de Riaño, el delegado provincial de Sindicatos de León –los sindicatos verticales, franquistas–, Amando Fernández Martínez, aseguró que el agua del alto Esla terminaría en áreas vallisoletanas de Villardefrades, que, decían, era su pueblo natal. Autoridades leonesas de primer escalón replicaron –muy tibiamente por cierto– que el agua de Riaño regaría sólo términos de León, sin que nunca fuera trasvasada más allá de los páramos delimitados por el río Cea. El embalse de Riaño era pieza esencial del conocido como Plan de Tierra de Campos, dentro de las tentativas de desarrollo diseñadas por el ministro Laureano López Rodó, miembro del Opus Dei.

Las lágrimas de don Doroteo

No faltaron leoneses de tres al cuarto que achacaban la construcción del pantano a lobbies campesinos localizados entre Mansilla de las Mulas y Sahagún que serían beneficiarios de los regadíos. No tenían en cuenta que los labradores españoles –y menos los leoneses– nunca fueron capaces de integrarse en grupo alguno de presión. Los planes del campo se han hecho, por lo general, a espaldas de los campesinos. En el caso del pantano de Riaño, los campesinos del sureste leonés, como siempre, no se enteraban de la misa la media ni de la media la mitad. Por otro lado y con un clima poco gratificante, quienes entonces nos empeñábamos en poner de manifiesto las pretensiones del delegado de Sindicatos y la amenaza de que el agua de la montaña oriental de León acabara en tierras de Valladolid u otras provincias de Castilla recibimos advertencias graves de silencio, de posibles sanciones, de destierro incluso.

Las lágrimas de don Doroteo navegaron quizás hasta Villardefrades Entre tanto, y muy lejos, la maquinación de un designio apocalíptico sobre el alto Esla seguía sin tregua, como un pogromo inexorable para acabar con Riaño, con la gente, las casas y el capilote del praderío. Además, en la comarca, hubo profesionales de ramos diversos que pensaron en el suculento pellizco de dineros por indemnizaciones de traslado y, en la provincia, no faltaron políticos que encontraron en Riaño un buen yacimiento para retóricas de la nomenclatura del régimen como la manida solidaridad entre los hombres y los pueblos de España. Palabras, palabras, todo palabras. Y ello cuando el régimen franquista evidenciaba ya signos de acartonamiento y desgaste.

Un día de primavera avanzada de 1963 saludé en su pueblo de Huelde a don Doroteo Fernández, amigo mío que era por entonces obispo auxiliar de Santander y llegó más tarde a titular de Badajoz. Segaba a guadaña en un prado a la orilla del Esla, cerca de la posterior presa de La Remolina. Durante un descanso, el prelado, hombre templado y de pelo en pecho, me habló con deleite de sus tiempos juveniles en la preceptoría de Riaño, pero acabó con los ojos nublados y dejó resbalar unas lágrimas cuando se refirió a la construcción del pantano y al hermoso pueblo de Huelde que sería engullido por el agua. Las lágrimas de don Doroteo navegaron quizás hasta Villardefrades y después el río no podría albergar el llanto, un llanto de hombres y mujeres de Riaño y su hinterland que merece gran respeto y la estima de todo el mundo. Pero acaso haya llegado el tiempo de sellar tanta fuente de lágrimas y curar heridas, porque, a estas horas y para las generaciones nuevas, a lo peor es llorar sobre la leche derramada.

En mitad de la panza del imponente paredón campeó el enorme letrero de Demolición En mitad de la panza del imponente paredón combado de la presa campeó, en negro y de pronto, el enorme letrero de DEMOLICIÓN, si bien el Esla acabó por detenerse y ahogar a siete localidades, dejando a otro par de ellas con el agua al cuello. Fue un maremoto catastrófico, un tsunami, un irreverente y mortal mazazo asestado al alma de Riaño. Un pariente mío apellidado Reyero, cuyo pueblo de naturaleza yace bajo el pantano y que, para mí, representa a todos los hombres y mujeres de los pueblos allí sepultados, cuando evoca la guerra civil de 1936 o la destrucción de Riaño por el embalse, emplea una palabra simple e inequívoca que para él significa tragedia, algo vitando y horrible hasta en la expresión. Nunca dice guerra ni destrucción. Dice "aquéllo" o "cuando aquéllo". Él bajaba en carro de vacas hasta Calzada del Coto, Gordaliza del Pino y Joarilla de las Matas. Allí se proveía de vino o de legumbres para el invierno a cambio de escaleras, madreñas, yugos, ventanas y otros artilugios de madera. No ha vuelto. Le horroriza comprobar que el agua de Riaño va camino de Valladolid y Palencia. Porque después de «aquéllo», canales del Payuelo, huergas y escorrentíos van a parar al Pisuerga y al Carrión. Para mi pariente, con su dignidad y su conmovedor sacrificio a cuestas, mencionar el pantano es como si apareciera la bicha, y le entiendo.

Los dos canales del Payuelo

Hay dos canales del Payuelo que llevan el agua al Canal de Castilla. Los dos, el Alto y el Bajo, ceban el volumen del río Cea para aprovisionar un azud en Galleguillos.

El Canal Alto sale de la represa levantada en el Esla, junto al Puente del Mercadillo, con paso franco a la carretera que, desde Sorriba y tras cruzar las vías estrechas de un paso a nivel del tren hullero, lleva por Modino a Gradefes y otros pueblos de la ribera. Por el Puente del Mercadillo pasaba la ruta vadiniense de peregrinos a Santiago. El Canal Alto discurre luego por Vidanes, Villapadierna y tierras de Rueda entre maizales y otros cultivos de riego. Al pasar Valepolo, antes de llegar a Sahelices del Payuelo, se encajona en un acueducto elevadísimo y, posteriormente, desde la balsa excavada entre El Burgo Ranero y Calzadilla de los Hermanillos, echa agua hacia Bercianos del Camino, para seguir, entubado al llegar al Valle de los Caños y Vallandrino, a Castellanos, Banecidas, Villacalabuey, Bustillo y Castroañe. A partir de Villacalabuey va adelgazando la profundidad y anchura del cauce, antes de precipitar sus excedentes a la corriente del Cea por una cascada resbaladiza entre los molinos de Villamartín de Don Sancho y Villaselán. Desde Valdepolo en adelante casi nadie riega.

El Canal Bajo de los Payuelos parte del Esla al pie de Sahechores y marcha cerca del otro durante un buen trecho, también entre cultivos de regadío. Tras superar la finca de La Mata del Moral y el pueblo de Reliegos, pasa bajo las vías del ferrocarril convencional de Palencia a León y se hace subterráneo entre las casas y el cementerio de Villamarco, encaminándose desde allí, por Villamoratiel, a Las Grañeras y Castrotierra de Valmadrigal, no sin antes atravesar Valdearcos, Valdeasneros, Valdegorrón, Valdefonsolana y Valdeutielga, amén del camino arbolado de peregrinos, las vías del AVE, la autovía de León a Burgos y la carretera de Grajalejo a Villamartín de Don Sancho. En la raya de Gordaliza del Pino y Bercianos del Camino hay una gran balsa de regulación y distribución de caudales. Una vez pasada esta balsa, el Canal Bajo engorda también la corriente del Cea vertiendo agua al arroyo de Santa María, en campo de Bercianos, y juntándola a la que allí viene de la balsa de El Burgo Ranero frente a la ermita de la Virgen de Perales. El citado arroyo bordea los encinares de la dehesa de Mahudes, propiedad de la familia Estévez Eguiagaray, donde Manuel Fraga Iribarne pasaba temporadas, y rinde tributo al río Cea junto al azud de Galleguillos de Campos.

El canal del Cea

El Canal del Cea, encargado del traslado definitivo del agua de Riaño a Palencia y Valladolid, arranca en el azud del Cea a la altura de Galleguillos, discurre unos cientos de metros en paralelo a la carretera de Sahagún a Mayorga, gira a la izquierda y, al pasar por Arenillas, embute su aforo en un sifón cuyos tubos pasan bajo el río Valderaduey. Al salir de los tubos, el canal, al aire libre, hace otro giro, esta vez a la derecha, y serpea, por áreas vallisoletanas de Santervás, Fontihoyuelo, Villacarralón y Villalón hasta enfilar la provincia de Palencia por Boadilla de de Rioseco, Herrín y Frechilla. Desde Frechilla, por la carretera que va a Palencia, llegamos al caserío de una finca de los Lobato palentinos y, bordeando el Canal de Castilla, nos plantamos en cercanías de Fuentes de Nava, en el corazón triguero de Tierra de Campos.

El vaciado de las aguas de Riaño al ramal del Canal de Castilla, con desembocadura en la dársena de Medina de Rioseco, ocurre al borde de la gran laguna esteparia de La Nava o Mar de Campos. La laguna, que anegaba unas dos mil quinientas hectáreas, aunque en años lluviosos llegó a cinco mil, y tenía seis metros de profundidad en alguna zona, se ve mermada ahora por avenamientos y roturaciones. Desde Medina el agua de Riaño llega a Villardefrades por el Canal de Macías Picavea y el río Sequillo.

El agua del Canal del Cea se abre en dos brazos al llegar a pagos de Paredes de Nava (o Sahagún el Viejo), entre Fuentes y Frechilla. Un brazo, emparedado y estrecho, va a parar al Canal de Castilla en rabión torrencial y espumoso; el otro vierte también a ese canal en forma de ancha cascada domesticada y suave, como de fuente urbana.

Al sur y a un tiro de bala de la cascada brilla, como una aguja clavada en mitad del aire y de los cielos, La Estrella de Campos, la altísima torre de la iglesia de San Pedro en la localidad palentina de Fuentes de Nava, que antes se llamó Fuentes de Don Bermudo, con evidentes resonancias de la nobleza leonesa, y si nos acercamos un poco, quizás podamos oír algunos acordes del fastuoso órgano de Santa María de Pozonuevo, prácticamente lindando a la casa donde, al cuidado de su hermana, terminó sus días el vallisoletano de Villanubla don Marcelo González Martín, que fue obispo triunfal de Astorga, arzobispo de Barcelona contestado al grito de "¡Volem bisbes catalans!" y cardenal primado en Toledo. Muy cerca, a la otra parte de la laguna de La Nava, en Gascón, viven leoneses desalojados de Vegamián y de Riaño por los embalses. Gascón es un poblado palentino de colonización, sin demasiada personalidad, plano, de casas blancas, de calles y plazas diseñadas con tiralíneas.

Cuando, de regreso, avanzamos con dirección a Fechilla, refriegan en los bajos del coche los yerbajos del lomo que, a lo largo de la sirga del Canal de Castilla, dejan las roderas de carros y tractores y a lo lejos se oye la cascada del Canal del Cea como un rumor de muchas aguas sobre la llanada de la Tierra de Campos.
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