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Los caballeros de la mesa cuadrada

25/02/2021
 Actualizado a 25/02/2021
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El pecado original del leonés siempre ha sido la impertinencia. Cualquier petición, duda o reproche que se lanza desde León es tildada de inoportuna por el mandamás de turno, ya sea autonómico o nacional. Y es que somos metepatas hasta para despertarnos. Inmediatamente después de las históricas marchas del 16-F y del 28-F, la irrupción de la pandemia frenó la inédita ola de movilizaciones y sirvió de inmejorable pretexto para aplazar los compromisos de Junta y Gobierno con esta tierra. Ante la pasividad de ambas instituciones, que alguien debería encarcelar por apología de la procrastinación, aquellas manifestaciones dieron como resultado la ‘Mesa por el futuro de León’.

En el primer aniversario de su creación, a pesar de las circunstancias excepcionales en las que nos hemos visto envueltos, el fracaso de la Mesa es ya más que constatable. No solo no ha salido de ella ningún proyecto para esta tierra, sino que ha puesto al zorro a cuidar del gallinero, con Valladolid y Madrid acomodados en el asiento del rey Arturo. Una Mesa, por tanto, cuadrada, que repite los errores del pasado. Y de caballeros. Me parece que la paridad estaba en veintipico hombres por tres o cuatro mujeres, parecidos porcentajes a los del bar de mi pueblo cuando podía abrir hasta las cinco de la mañana.

Los Monty Python se sentirían orgullosos del guiño a su humor absurdo. Con un leonesismo de escaparate como cortina de humo, escuchar las reivindicaciones de los sindicatos impulsores es poco menos ridículo que oír las del Frente Popular de Judea, en otro homenaje de la Mesa a los geniales humoristas británicos. El viejo truco de culpar de todo mal al enemigo, ya sea este romano o castellano.

El tan ansiado cambio nunca llegará con los caballeros de la mesa cuadrada. Solo será posible con una sociedad comprometida como la que tomó las calles aquel febrero ahora lejano. Cierto es que la pandemia lo complica, pero los leoneses deben encontrar la forma de rescatar su sentimiento identitario sin exhibir fervientes odios y, sobre todo, de evidenciar el hartazgo a datos tan desconcertantes como que la renta media de un cazurro sea un 20 por ciento inferior a la de un pucelano. Hasta entonces, la agonía de León seguirá condenada a ser otra alegoría de los Python: la de una provincia que silba mientras la crucifican... Always look on the bright side of life... Fifú, fifufifufifú.
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