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Los boinas carmesís

06/05/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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Y cuáles son los criterios de este proyecto?», le preguntó un joven técnico a Juan Morano cuando se debatía sobre la mejor forma de iluminar la Catedral durante la noche. «Proyecto no hay. Los criterios son básicamente que cada vez que encendamos la luz se tiene que cagar la perra desde La Virgen del Camino», respondió el entonces alcalde. No fue un político al uso, como demuestra esa expresión, como demuestra su peculiar biografía y como ha demostrado también el destino con el anuncio prematuro de su propia muerte. Para los leoneses de mi generación, Morano era a primeros de los noventa algo así como un fantasma que podía aparecerse en cualquier rincón de la capital o de la provincia. Llegaba a los campamentos de Vegaquemada y ponía sus manos sobre las cabezas de los niños, como un Papa leonesista, otorgando bendiciones en forma de macarrones con chorizo que yo le vi repartir entre aquellos a los que nos llamaban «flechas», porque alguno no se había enterado aún de que ya no éramos precisamente niños de la Falange. Su leyenda podía aparecer también cualquier viernes por la noche a la puerta de la Tropicana, cuando se preparaba una pelea y volaban puñetazos entre los coches. Aunque se pegaran dos prepúberes de los Maristas y de los Jesuitas, siempre había alguien que gritaba: «¡Han bajado los de Corea!». La discoteca se quedaba vacía, la multitud se agolpaba para ver la sangre, porque la multitud siempre ha sido muy de sangre, y se dispersaba después en cuanto se oían las sirenas de un coche patrulla de la Brigada Especial de la Policía Local, del que bajaban dos morlacos con boina calada carmesí y pinta de no perder el tiempo haciendo preguntas. «¡Son los hombres de Morano!», gritaba, como si fueran ‘Los hombres de Harrelson’, el mismo que nos había anunciado que venían los de Corea, y entonces todos volvíamos corriendo a la pista de baile aunque pusieran lentos y aunque nunca los hubiésemos bailado. En el cocido familiar también se colaba a veces Morano, cuando a la radio llamaban señoras que hoy se podrían considerar radicales para decir que no eran de ningún partido sino únicamente de Juan Morano Masa, y que le habían llevado unas morcillas a la puerta del Ayuntamiento en el que protagonizaba (quizá su verbo favorito) una huelga de hambre. Incluso más allá de la capital y su provincia llegó la leyenda de Morano, pues durante años se pudo leer en el mismísimo Muro de Berlín una pintada, hecha por el inclasificable Yuma en los tiempos en los que aquello no era precisamente un souvenir de escombros, que decía: «Morano, ediles: un abrazo leonés desde el Muro de la Vergüenza». Sus logros como alcalde de León durante 14 años son fácilmente demostrables, pues como es lógico la ciudad se transformó en ese tiempo, pero también dejó fotos para el recuerdo de proyectos que no formaron parte más que de su imaginación y nuestra ignorancia. Ejemplo de que las personas pueden estar por encima de los partidos, de que puede resultar muy rentable ser reivindicactivo contra los tuyos, en su currículum se pueden encontrar hitos tan destacados como haber ‘inventado’ el leonesismo contemporáneo o haber obligado a unirse a tres grandes partidos que en Madrid se estaban moliendo a palos para echarle de la alcaldía. Como político tuvo tantos seguidores como detractores, pero muchos de unos y de otros dicen hoy que todo lo que ha venido después es pura mediocridad. Dicen también que fue el primero que nos llevó a los leoneses hasta los telediarios... y la verdad es que desde entonces no nos hemos apeado, aunque ahora no sea más que por las temperaturas mínimas.
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