"Los bercianos son gente buena, por su generosidad y por su visión de futuro"

Antolín De Cela, rector de la Basílica de la Encina en Ponferrada

Mar Iglesias
11/09/2022
 Actualizado a 11/09/2022
Antolín de Cela en el salón parroquial, en frente de la Basílica de la Encina en la que es rector.| MAR IGLESIAS
Antolín de Cela en el salón parroquial, en frente de la Basílica de la Encina en la que es rector.| MAR IGLESIAS
Reconoce el rector de la Basílica de la Encina que la pandemia ya está marcando una evolución histórica a la que la iglesia se suma, aunque no tiene tan claro que lo esté haciendo la sociedad. Pero sí prevé un futuro en el que el cristianismo se quede en foros más pequeños, puros y selectos, algo que valora. Lo que le molesta es que se esté dejando de lado el patrimonio religioso como algo calificado «de los curas». El rector considera que lo cultural debe ponerse en valor y conservarse, por ser la historia de todos. Para De Cela, la esperanza está en la generosidad «y la visión de futuro» de un Bierzo de «gente buena», dice.

-¿Se nota la vuelta a la normalidad tras dos años de pandemia?
-Sí, muy intensamente. En medio de esta crisis social y religiosa por la que está pasando Ponferrada y el Bierzo es un consuelo ver la Basílica de la Encina llena de gente y no solo mayor, sino que empieza a despertar el segmento medio y algo el juvenil. A la iglesia viene gente mayor, que esa está asegurada, después gente de unos cuarenta años y los jóvenes empiezan a asomar. Este es un signo de esperanza, aunque esto se debe a la religiosidad popular y al tirón que tiene la Virgen de la Encina, porque mis compañeros sacerdotes, cuando vienen, dicen que a ellos no les sucede. Eso es milagro de la virgen y lo que tira la devoción. La pandemia para mí ha dividido la historia. Como antes estudiábamos donde empezaba la Edad Moderna, en el futuro, la nueva edad empezará con la pandemia. La pandemia dejó marcado lo físico, lo espiritual y lo económico. En lo religioso hay un antes y un después de la pandemia. Metió miedo y se dejó de ir a la iglesia. La gente veía la misa por televisión.

-Antes de la pandemia había un problema de falta de sacerdotes y de vocación, incluso ahora se ha presentado una nueva Unidad parroquial para repartirlos entre las parroquias ¿sigue siendo este un problema o se va reconstruyendo?
-La iglesia se está preparando para el futuro, algo que no está haciendo la sociedad civil. Por eso, cuando a veces nos acusan de ser antiguos, habría que preguntar y vosotros qué. La iglesia sabe el tiempo que le espera: menos devociones, menos práctica religiosa, en grupos más exquisitos, religiosamente hablando. El teólogo Karl Rahnerdijo que el cristiano del futuro era un místico o no era cristiano. Es decir los cristianos del futuro serán menos y de más calidad, en grupos más pequeños. No habrá masificación, conviviendo en un mundo distinto. Serán grupos más puros y más auténticos. Nos estamos preparando para ello. Ponferrada será como una parroquia única. Cuando no haya párrocos en una de ellas, se añade al resto. Es algo que no pasa con los Ayuntamientos u otras estructuras civiles que tendrían que estar haciendo un replanteamiento de cómo va a ser nuestra organización de futuro. Las parroquias no se quitarán, pero quedarán como si tuvieran varios sacerdotes, para especializarse y, al tiempo, trabajar juntos, en el afán de servir a los demás. La iglesia ganará en capacidad de evangelización, incluso a los alejados.

-Otra apertura a ese futuro es la búsqueda del turismo partiendo de lo eclesiástico, con la intención de abrir un museo para mostrar y conservar las piezas históricas, o la intención de convertir el campanario en un mirador ¿cómo están esos proyectos?
-La iglesia es antigua y ha vivido para la evangelización y tiene instrumentos de la misma que debe poner en valor y mantenerlos, que también es caro. Mantener el patrimonio religioso es una carga y un gozo. Hay que sacar, como se pueda, recursos para ese mantenimiento y también para que se puedan contemplar. Desde la Basílica aspiramos a tener un Museo de Arte Sacro, donde se pueda exponer, con mucha dignidad lo que este templo tiene que está ignorado y desconocido por miedo a robos. Está todo guardado y no lo puede ver nadie. Y también el patrimonio que tienen otras parroquias que atendemos, porque tenemos 20 pueblos con elementos muy importantes. Algunas tanto que las hemos traído al museo del Ayuntamiento porque no teníamos dónde guardarlas para aportarles seguridad. Donde están no la tienen y aspiramos a tenerlas en un museo con posibilidad de verlas y, como muchas están sujetas al culto, que se usen en los pueblos en las fiestas y que regresen, como una manera de guardarlo y de mostrarlo.
Otro tema es la conservación de la torre. Es la más alta del cielo de Ponferrada y tiene cuatro siglos. Tenemos que conservarla. Tiene unas escaleras en mal estado, impracticables. Hay abono de palomas y no se puede acceder. Hay una campana también museable que es de 1.600 o el bajo bóveda que es un ejemplo de construcción de los templos. Queremos ayudar a mantener la torre. Llevamos mitad de la escalera hecha, con una inversión de más de 30.000 euros, pero repartida en varios años. Ahora se ha cortado la ayuda de la Diputación y no podemos hacer nada. Hemos ido avanzando a tramos, pero ahora estamos parados porque se han cortado las ayudas a templos.

-¿Siente cierta incomprensión de las administraciones en este tema de conservación?
-Hay una falta de comprensión entre lo religioso y lo civil. Cuando esta iglesia se hizo, el Ayuntamiento de Ponferrada, en 1.600, pasando distintos regímenes, colaboraba con ello. No se discutía si esto era religioso o laico. Llevaba las cuentas de la iglesia incluso. Hacía votos de villa… Y ahora, basta que esto sea de los curas, que no es así, quitamos el presupuesto. Ahora lo político y lo religioso está mucho más dividido y enfrentado, algo que no debería suceder, porque es algo cultural, es de todos y todos a la obra. Debería ayudarse, con todos los controles que sean necesarios. Pero ese sentimiento ahora no existe, en cualquier grupo político.

-¿Se nota esa separación y falta de ayudas también en proyectos humanitarios?
-Pues sí. Tenemos el Hogar del Transeúnte y estamos haciendo muchas cosas que debería hacer la sociedad civil. El Ayuntamiento sí nos ayuda, pero, de no tenerlo nosotros, lo debería tener el Consistorio, con otros precios. De hecho, durante la pandemia, cuando se prestó el albergue de peregrinos para acoger a personas que no tenían donde ir, fue una experiencia que dio cuenta de que era más caro que un hotel, porque tenían que tener vigilancia, asistente social… Ahí se da cuenta del trabajo que hace el Hogar y el hospital de La Reina, que el coste de una habitación es cinco veces menor que el de la Seguridad Social. Pasa también con la tarea de Cáritas o la de los voluntarios.

-¿El Hogar ha vuelto a la normalidad tras la pandemia o sigue en picos altos de necesidad?
-Sigue en picos altos. No solo porque continúe la pandemia con más fuerza, a la que ahora tenemos menos miedo, aunque siga existiendo. Se va superando y esto crece por deambular de fuera hacia dentro. Hay mucha gente que viene a buscar trabajo y se va adhiriendo a los barrios para sufragar los alquileres. Después, como no les alcanza el dinero, llegan al Hogar a comer. Cada vez está aumentando más la gente que viene a recoger el tupper.
Para nosotros es algo positivo, porque estamos seguros que eso no se vende, va a la alimentación efectiva de alguien. Además hay muchos niños que no admitimos en el Hogar. La comida se da y, nos gusta más que se coma en familia. Estamos muy satisfechos con ese sistema que cada vez aumenta. Estamos bastante bien servidos de comida por las donaciones de entidades y empresas que cada vez nos surten de más elementos. Sí que hay determinadas cosas como el aceite que hay que comprar, pero lo que más lastra es el pago de luz, agua, gas…y el salario de la persona que vive allí.

-La solidaridad berciana de la que habla ¿da una esperanza en ese futuro para el que se prepara la iglesia?
-Sí. Yo soy solidario, positivo y optimista. A pesar de la crisis actual nunca faltarán personas generosas que ofrezcan su tiempo o incluso sus propios recursos. Por eso estos proyectos saldrán adelante, porque los bercianos son gente buena, por su generosidad y por su visión de futuro.
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