Los baldes mueren de pie

Un grupo de exmineros de Brañuelas ha recuperado un tramo de una línea de baldes de la mina con varios ‘al aire’, que seguramente son los únicos que permanecen ‘vivos’ en la provincia como memoria de la minería que fue. Como los árboles de Casona estos árboles mueren de pie

Fulgencio Fernández
29/05/2022
 Actualizado a 29/05/2022
Vagones en la bocamina del simulacro de galería que los exmineros han recreado al lado de las torres y línea de baldes bajadas del monte. | MAURICIO PEÑA
Vagones en la bocamina del simulacro de galería que los exmineros han recreado al lado de las torres y línea de baldes bajadas del monte. | MAURICIO PEÑA
Brañuelas siempre fue un nombre propio en la historia de la minería y la del ferrocarril. Incluso en la de la literatura. Nunca faltaron en Brañuelas gentes singulares y, por ello, historias que contar, que escuchar...

Historias como las de las mujeres rebeldes que sedujeron a Abel Aparicio y las llevó a ‘¿Dónde está nuestro pan?’. Leyendas como la de los ingenieros que asesinaron al pastor al que se le había ocurrido la idea de construir el trazado del ferrocarril en forma de lazo para salvar la montaña hasta La Granja y se mantiene viva entre los vecinos pues las leyendas nunca mueren. Brañuelas tuvo una estación —la sigue teniendo, pero ya es otra historia— que fue núcleo fundamental para el transporte de viajerosy mineral y que propició una intensa vida en este pueblo durante varias décadas del pasado siglo. Una ajetreada secuencia que describe otro escritor, José Pedro Pedreira, que además es hijo del pueblo: "Brañuelas se convirtió en núcleo esencial de la línea, electrificada en dirección a Galicia pero no a León (sin tendido eléctrico hasta el año 1955), por lo que las “chocolateras” que llegaban de la meseta debían efectuar en el pueblo el cambio de máquinas. Se estableció en la estación un “cuarto de gentes” para que las brigadas de mozos de tren pudieran pasar la noche. Aunque parece ser que muchos de ellos preferían los bares (llegaron a coexistir once, incluyendo la cantina de la estación) que no cerraban. Aquellos hombres alejados de sus casas, empresarios del carbón, representantes de material para las empresas mineras, carboneros de Valladolid a bordo de sus flamantes camiones, ferroviarios de Monforte de Lemos que trajeron a Brañuelas el primer contrabando de tabaco americano y orujo gallego, se reunían en bulliciosas juergas nocturnas que se prolongaban hasta la madrugada. En el bar Herrera o Gonzalo se jugaban el dinero a la garrafina o el gilé estas gentes altivas que vivían un nuevo esplendor mientras al otro lado de las vías los obreros de “los cargues” se disputaban al tute, en la cantina de Angel Cabezas, libras de chocolate. Y los festivos, los más jóvenes bailaban en la sala de Sabino y más tarde en “El Resbalón”, hoy reconvertido en casa rural con el nombre de “Cumbres Borrascosas». Un nombre muy ‘literario’ pues no en vano el padre de la idea de abrir esta casa rural es el escritor zamorano, pero con fuerte vinculación con León desde su etapa universitaria, Javier Pérez, un personaje ‘discreto’ que cada cierto tiempo salta a la actualidad con premios como el Azorín, el Baltasar Porcel, Fungible de Alcobendas con sus relatos fantasmas, el Ciudad de Badajoz o el Ateneo de Valladolid, como remate a una precoz carrera que comenzó en La Bañeza con solo 14 años y pasó por las páginas de La Crónica.

Con estos antecedentes, entre otros, no extraña que haya nacido precisamente en Brañuelas la resistencia a borrar el pasado minero y ferroviario del lugar. Con estos antecedentes, la nostalgia y buena disposición de un grupo de ex mineros del pueblo y la colaboración de la Junta Vecinal. Esta conjunción de fuerzas y voluntades ha propiciado que mientras la huella de todo lo minero se borra en Brañuelas se mantengan erguidos y cuidados una parte de una línea de baldes con sus torretas y los que deben ser los únicos baldes ‘volados’, un simulacro de galería que reproduce a la perfección untramo de una real y, finalmente, el Museo del Ferrocarril que mantiene viva la memoria ferroviaria. Y el rayo no cesa pues estos ex mineros ya trabajan en otro gran proyecto, la maqueta gigante del pueblo y sus alrededores, que ya vaavanzada.Fundamental ha sido el trabajo del grupo de ex mineros, cuyo núcleo central son Fidel Aguado, Jacinto Galván, Edelmiro López, Faustiniano Cuervo, Enrique Lata, Saturnino Fernández, Ángel Serrano y Manolo Abad. «Una labor fundamental fue ir recogiendo material, tanto de mina como ferroviario, porque si lo dejamos ahí no queda nada, roban hasta las vías», explica convencido Fidel mientras recuerda lo complicado que fue trasladar las torres y los baldes desde el monte hasta el pueblo, como testigos del pasado minero. «Están aquí mucho mejor, como reclamo y también para estar a salvo, del pueblo no las pueden llevar pues si siguen en el monte... ya no estarían». Y explica el ex minero —que como trabajaba en los talleres tuvo un importante papel en el desmontaje y volver a colocarlos— cómo uno de los ‘brazos’ se rompió al tirarlos y hubo que reemplazarlo por otro de una de las torres que aún quedaban en el monte. "Estas torres y baldes son el último recuerdo de cuando los montes de Brañuelas estaban surcados por cuatro líneas, que traían carbón desde minas lejanas hasta el ferrocarril". Recuerda Fidel que "las torres que hemos colocado en el pueblo y los baldes pertenecían a Alto Bierzo, que venía desde Tremor de Arriba y los baldes habían sido fabricados en Alemania".Las otras tres líneas, que nos recuerdan el potencial ferroviario de Brañuelas, eran las de "Antracitas de Brañuelas, que fue la primera y que pronto cumpliría un siglo; Carbonífera, que llegaba a la estación desde Espina de Tremor, más concretamente desde el poblado minero de San Pedro, y la cuarta fue Heras y García Nieto, al margen de otros cargues menos importantes", recuerda el citado Fidel, que al definir el papel de estos ex mineros habla de «La Junta de Empuje. Donde nos llamaban, allí íbamos".

Memoria de un pasado que, como escribiera Pedreira, compone "un cielo enmarañado por cientos de cables que dibujaban sobre nuestras cabezas, sobre los tejados de las casas una intrincada red, la tela de araña metálica y poderosa que parecía querer defendernos de los odios de algún dios violento o del sol que penetraba en nuestro suelo partido en mil pedazos por la fuerza ciega de los hilos".

Hilos, muchos de ellos, que daban vida a una importante realidad ferroviaria que también se mantiene en pie, en la memoria, gracias a un Museo del Ferrocarril que, además de las piezas recogidas por esta ‘junta de empuje’ se ha nutrido fundamentalmente dedonaciones: "Más del 90% son donaciones de particulares", explica Ana Suárez, antigua compañera en prensa que ha regresado a Brañuelas y es la guía de este coqueto y completo museo (gratuito, además), lleno de gratas sorpresas, mucha historia, muchas historias, ilustraciones, viejas fotografías, máquinas, ropas, maquetas que reproducen la nostalgia de un pasado no tan lejano pero que ya nada tiene que ver con la realidad actual de una estación en la que tan solo unos pocos trenes hacen sonar el silbato de salida. No falta, es inevitable, la referencia a aquel tren que salió de esta estación y protagonizó en el túnel número 20 el accidente con más fallecidos de la historia de los ferrocarriles españoles, tantos que ni siquiera hay acuerdo en la cifra oficial.

En lo que sí hay acuerdo es en que Brañuelas es el último bastión para recordarnos que los baldes mueren de pie, como los árboles de Casona.
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