Los Autos Locos

24/05/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Once extravagantes corredores de carreras compiten en sus coloridos vehículos por el título mundial de los Autos Locos. Para los que tenemos cierta edad, recordaremos esta serie de dibujos animados con personajes como Pierre Nodoyuna, el perro Patán y autos como el Rocomóvil, Espantamóvil, el Alambique veloz o el Troncoswagen. Cuando pasas tiempo a diario dentro de tu automóvil empiezas a ver más que parecidos con todos los participantes de los Autos Locos y sus intrépidos conductores, rememoras la serie con añoro y el enajenamiento empieza a causar cierto desdén. Por un lado tenemos al típico, digo esto por que ya es un clásico, la persona que parece no distinguir bien las señales de tráfico y cree poseer un lugar estanco en el que los golpes no puedan afectarles, es el mismo que se pone detrás de ti, tan cerca que casi podéis notar su aliento en la nuca, al que no le falta gestos de todo tipo, aspavientos con los brazos, la cabeza, palmadas y unos cuantos gritos para ver si aceleras o le dejas paso, el rey del asfalto en estado puro, debe tener seguro a todo riesgo, claro está que solo le cubre a él. Por otro lado tenemos los que yo llamo ‘Ferrutti’, por eso que se creen que conducen un coche de la firma italiana, no dudan en hacer adelantamientos por la derecha cuando hay dos carriles para tener que frenar delante tuyo haciéndote aminorar la marcha y de paso provocar unos cuantos infartos de miocardio. El ‘mortuorio’, un apelativo que uso de forma cariñosa por no usar adjetivos despectivos y muy mal sonantes, imagínense a cuales me refiero. Pues este tipo de conductor es el que yendo a una velocidad concreta, te dispones a adelantar y acelera de tal manera que te suele poner en aprieto, una vez hecho el adelantamiento, reduce su velocidad drásticamente para volver a su estado real, a paso de funeral, ¡vaya chispa tiene tío!, seguramente no les falta la cassette de Pica-Pica con su gran hit «para ser conductor de primera, acelera». No queda todo en fantásticos conductores cuyas peripecias hacen peligrar la vida de los demás, algunos viandantes cuyo estereotipo, de señor jubilado, a punto de cruzar un paso de cebra, disminuyes tu velocidad para ceder el paso y sin ton ni son, aspavientos para dejarte pasar, te niegas, el insiste, al final te decides y como el caimán, se va para la barranquilla. Eso si, no hay conductor más genial que el ‘amoroso’, el que se sitúa a tu lado y con ciertos gestos te insinúa le prestes atención, algo así como «aquí estoy yo».
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