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Los alquileres de viviendas

01/02/2019
 Actualizado a 13/09/2019
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Dice el refrán que «el casado casa quiere». En el caso español, y para ser más cierto, o, quizás, para estar más a los modos de la posguerra, habría que añadir al menos cinco palabras más: «y que sea en propiedad».

Este país es una caso especial, no solamente en Europa, también en medio mundo, pues lo que aquí siempre ha primado ha sido tener una casa propia. Nada de alquileres.

Y para llegar a esto, se han juntado varias circunstancias que no sé bien si unas han llevado a las otras, las otras a las unas, o, todas juntas, se han concatenado para que se haya generado un gran parque de viviendas privadas, oscuro objeto del deseo de la hacienda pública, por cierto.

Por un lado, y mucho antes de yo ingresar en esta cofradía de la edificación, el ladrillo era el refugio del ahorro. Una inversión segura que, año tras año, aumentaba de valor, dando pie a la especulación muchas veces desaforada, y siempre a caballo de querer tener «tu casa».

Por otro, una escasez crónica de viviendas, con un parque de las mismas muy inferior a las necesidades de la población, que motivó la puesta en marcha de aquel Plan de Viviendas de Protección Oficial, que duró muchísimos años, que facilitaba al adquisición de una vivienda con ayudas y desgravaciones, juntando el deseo de una propiedad con la necesidad de negocio de los constructores.

Para abonar más el panorama, en algunos momentos, especialmente entre los años 2000 y 2008, años de la euforia constructiva, con el dinero a precio de risa y todos convencidos de que éramos ricos, resultaba que con lo que se pagaba de alquiler se cubría el costo mensual de la hipoteca de una vivienda. Pues nada, a comprar.

Y una ley de arrendamientos que, por proteger al usuario, espantaba al propietario.

Llegamos así al día de hoy, con muchas, muchísimas viviendas vacías. Edificios casi terminados o medio construir y suelo para nuevos edificios por doquier… y unos precios que hacen que una buena parte de los propietarios estén ahogados para poder cumplir sus compromisos, sin contar que, lo que antes era un plazo de pago, y por tanto de hipoteca, de quince años, ahora lo es de treinta o, incluso, con la posibilidad de ‘heredar’ los descendientes, la hipoteca.

Porque viviendas hay, pero, salvo en los centro de las ciudades o zonas especiales turísticas o con alta renta per cápita, no se venden. Mejor dicho: no se compran.

Así que, si «el casado casa quiere», ha de renunciar a la segunda parte, la de «la propiedad», y pasarse al alquiler.

Que es caro y, sobre todo y quizás por eso, escaso.

Y mira que hay viviendas vacías por doquier.

Llevo un buen número de años en este sector. No vendo, ni alquilo, ni promuevo, ni construyo, pero sí proyecto, lo que me permite estar en él y verlo, digamos, desde ‘afuera’.

Y si algo he podido comprobar a lo largo de todo este tiempo, es que los propietarios de esas viviendas vacías, escondidas, más bien guardadas, no las sacan al mercado porque no se fían ni un pelo del sistema.

No se fían de una ley de arrendamientos del año el catapún, parcheada a base de reformas y decretos que una vez la liberalizan, otra la intervienen, luego de nuevo la liberalizan y así sucesivamente.

No se fían por un sistema judicial lento y garantista que termina descargando las penas en la propiedad privada.

No se fían porque, después de meses para desahuciar, perdiendo por supuesto esos alquileres, muchas veces necesarios para la vivencia del propietario, tienen suerte si no reciben el piso en condiciones tales que se acercan al siniestro total, teniendo que hacer frente a unos gastos imposibles de recuperar porque el exusuario es insolvente y échele usted un galgo.

Así que, para encontrar algo digno y asequible, los posibles aspirantes a una vivienda en alquiler se ven como un molinillo dando vueltas.

¿Para cuándo una ley de arrendamientos que de seguridad a todas las partes, propietarios, inquilinos y administración, y se deje de una vez por todas el legislar al viento de los vaivenes políticos?

¿Para cuándo una acción por parte de la administración, todas las administraciones, mejor, con un plan a largo plazo, pero bien dotado, para generar un parque realmente importante de viviendas en alquiler de propiedad pública, como existe en muchos países europeos?

Y una acción judicial justa y rápida.

Todo eso, conjuntamente, además de poner en el mercado viviendas suficientes, sin duda regularía los precios y facilitaría el disponer de ellas sin soportar hipotecas imposibles por precio y plazo.

Y es que está todo inventado. Sólo hay que ponerlo en práctica.

Nada menos.
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