15/12/2020
 Actualizado a 15/12/2020
Guardar
Todo parece indicar que esta navidad será distinta de las anteriores. Ignoro si entre los anuncios de la tele sigue saliendo el del turrón que vuelve a casa por Navidad. Lo que ya no parece tan claro es que la gente pueda volver a casa por estas fechas, sobre todo si la familia es muy extensa. Tampoco imagino de qué manera podrán organizarse las fuerzas del orden para controlar el aforo en las comidas y cenas navideñas. Parece razonable pensar que en este caso la mejor policía es la responsabilidad de cada uno de nosotros. Allá a mediados de enero podremos evaluar los resultados de nuestro comportamiento.

En realidad el hecho de que las familias se reúnan y compartan momentos de paz y felicidad no tiene por qué centrarse en un día o en una noche o en unas fechas determinadas, pero ya se sabe que en esto la tradición tiene mucho peso. Lo realmente triste es que la Navidad haya dejado de ser una celebración gozosa por el nacimiento del Hijo de Dios y se vaya vaciando de su sentido más puro y original. En este sentido las circunstancias de este año deberían hacernos mirar a la primera Navidad. Allí el aforo era tan limitado que no pasaba de tres personas y un par de animales de compañía. El ambiente era parecido al de unos desahuciados que tuvieron que refugiarse en una cueva. Pero allí había amor. Allí estaba todo un Dios hecho niño. Hoy día desgraciadamente hay muchas familias que están viviendo una situación parecida. Y, según la más pura doctrina evangélica, allí donde hay una familia o unos niños en unas condiciones parecidas está también el Niño Dios. Probablemente nos hemos centrado demasiado en nosotros mismos y lo hemos olvidado. De ahí que nuestras celebraciones navideñas están pidiendo a gritos un gran cambio para que sean más auténticas.

Esto año muchos no volverán a casa por Navidad, porque se han ido definitivamente. No obstante también para ellos y sus familias tiene verdadero sentido el nacimiento de Jesús, que da sentido a la vida y a la muerte. Sería mucho peor si no hubiera nacido el Salvador.

Lo que sí nos parece de una hipocresía y de una maldad sin límites es lo que están haciendo aquellos políticos que protegen a los asesinos y a los golpistas y que ahora se oponen a que nuestro anciano Rey emérito vuelva a su casa en estas fechas o cuando quiera, independientemente de que su conducta haya sido mejor o peor. Claro que algunos, si pudieran, también acabarían con la Navidad. No lo van a conseguir, pero por nuestra parte hemos de esforzarnos en hacerla más auténtica.
Lo más leído