27/10/2022
 Actualizado a 27/10/2022
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En pleno franquismo, el ‘Hermano Lobo’, la revista satírica que marcó una época en España, publicó una viñeta en su portada en la que se veía a un señor con toda la pinta de ser un preboste del régimen que preguntaba a la gente que había acudido a su mitin: «¿O nosotros o el caos?», a lo que le respondieron «¡el caos, el caos». El paisano, alfinal de la viñeta, los respondía: «da igual, el caos también somos nosotros». El asunto es que, en aquel tiempo, provocó un revuelo cojonudo, con amenaza de cierre y tal, aunque resultó ser absolutamente premonitoria. El dibujante de la cosa fue Ramón, que no era el primer espada de la revista, pero que acertó de lleno con lo que nos ha venido después, incluso con el advenimiento de la democracia. O, precisamente, por haber llegado la dichosa democracia.

Esta portada es mítica, como lo fueron muchas otras del ‘Hermano Lobo’ y de ‘La Codorniz, la revista más sagaz para el lector más inteligente’. Como la de ‘Autorizamos las huelgas, pero siempre que sean en domingo o fiestas de guardar’. O aquella en la que aparecía un torero en portada que en vez de muleta llevaba una bandera de los Estados Unidos; o la de Forges en la que un Mariano iba a una barra americana y le preguntaba a una señora puta «¿perdone, pero podría pellizcarle someramente? Ande...». Todas estas fueron publicadas por el ‘Hermano Lobo’. Y de La Codorniz, ¿cómo no recordar la del día de los Inocentes, en la que un tren entraba en un túnel en la portada, todas las páginas en negro hasta la última, en la que salía del túnel. O una de Gila, en la que un propio está apuñalando a un infeliz y un amigo le dice, «deja de apuñalarlo, ya no tienes sitio», a lo que le responde «¡pues que deje de llamarme asesino!».

Aquellos años en los que el régimen del General estaba dando sus últimos estertores, fueron los dorados para este tipo de publicaciones, Además de las dos revistas mencionadas, nacieron ‘El Papus’ o ‘Por Favor’, mucho más radicales que las primeras porque no tenían que lidiar con el fantasma de la censura; o no tanto. También mencionar la primera etapa del ‘Jueves’, espectacular, rabiosa, incisiva, donde no se dejaba títere con cabeza. Digo la primera etapa porque la actual (y ya lleva varios años así) es aburrida y hecha con trazo grueso, sin gracia, deleznable.

El lunes pasado murió Lolo, a traición, a destiempo... Lolo podría haber publicado sus dibujos en cualquiera de las cabeceras mencionadas anteriormente sin desmerecer en absoluto de los dibujantes antes mentados. Estaba, sin duda, a la altura de todos ellos en ironía y en calidad artística. Lolo, a un servidor le alegró las mañanas de los últimos treinta años, porque sus dibujos me producían siempre una sonrisa, (las más de las veces), y hasta carcajadas de vez en cuando. Hay que ser muy leonés, muy cazurro, para crear, así, sin trabajo, la serie infinita del nieto contando al ‘güelu’ enterrado todas las andanzas de la política leonesa; hay que tener una imaginación del copón para hacerlo un día sí y otro también y no ser nunca repetitivo. Es como el Fer de las ‘historias fermosas’, de las casas de putas en las que el cliente más fiel era el cura; hay que ser muy soñador para crear, dela nada, diálogos entre un muerto y un vivo aferrados a la más rabiosa actualidad provincial.

Uno conoció a Lolo lo justo y cada vez que lo veía no podía por menos que admirar lo que salía de su puta cabeza. Es más, cuando descubrí, hace cientos de lunas, que también publicaba sus viñetas en el ‘Diario de Burgos’, no pude por menos de sentir un orgullo patrio que sólo pude expresar explicando a mis amigos arandinos que el tipo aquel era de mi tierra, como si en vez de un pintamonas estuviera hablando de un futbolista de postín, de un juntaletras de primera división o del descubridor de la mecánica cuántica. Lolo me arreglaba muchas mañanas en las que, por las ganas, no me hubiese levantado de la cama; en las que la desesperación era mi compañera más querida, en las que el mundo me parecía un lugar horrible y lleno de maledicencia. Cuando empecé, por culpa de un chaval de mi pueblo que era amigo de mis hijos y que, casualmente, dirigía el periódico, a escribir esta columna en La Nueva Crónica, lo que más me enorgullecía era que al lado, en la tercera página, Lolo había plasmado sus pensamientos en un dibujo que era, en sí mismo un editorial, una declaración de intenciones del periódico, una señal de que, en esta ciudad, todavía se comprendía todo lo que pasaba en la provincia sin trabas ni pasteleos. Descansa en paz, Lolo. Si hay algo más allá, háznoslo saber, por favor. Dibuja algo que nos oriente y déjalo debajo de la almohada de David, de Fulgencio o de Alfonso, como si fuese la letra de la canción en la que se habla en ‘Garganta con arena’, el Tango con T mayúsculas; más que nada, por irnos preparando... Salud y anarquía.
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