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Loco como la niebla y la nieve

20/03/2020
 Actualizado a 20/03/2020
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'Mad as the mist and snow’. «Loco como la niebla y la nieve (...) sé que todo lo que esté fuera de nosotros esta noche, está loco como la niebla y la nieve». Así hablaba Yeats y así empecé mi diario en las redes sociales. Diario de autoexilio. Porque realmente es eso: todo lo que esté fuera de nosotros, de nuestro reducido hogar, nos parece niebla, peligro, frío, ¡el ataque de los virus!, así que nos exiliamos del mundo (debemos), de nuestros amigos, de nuestra familia, de nuestra vida cotidiana. Siendo románticos, podríamos decir que hacemos un acto poético: un exilio interior.

El exilio interior daría para un estudio antropológico: ¿qué hace la gente en su casa? ¿Cómo se organiza, cómo se entretiene? Unos colocan armarios, otras ordenan bibliotecas; unos cocinan, otras descorchan botellas; unos gritan por la ventana al vecino de al lado, otros toman el vermú en un Skype con varios amigos. Casi todo el mundo hace zumba o yoga o pilates mirando Youtube. Yo hago ginkanas con Martín desde un extremo de la habitación de mi padre hasta el patio del piso de abajo, colocando obstáculos que hay que rodear, todo amenizado con música de los 90 que emite sin piedad un radiocasete Sony. Adrenalina a tope.

De momento no me ha dado por colocar, pero sí por limpiar. Las tareas del hogar se hacen ahora con gusto, es el nuevo deporte popular. Yo siempre las odié y de pronto les estoy cogiendo el punto: cuando paso la aspiradora me pongo el ‘I want to break free’ de Freddie Mercury y es el apoteosis. Luego están los balcones y ventanas, pequeños universos en sí mismos. Durante años, nadie les prestó atención, teníamos demasiado donde elegir, parques, campos, bares, ¿para qué queríamos un balcón o mirar por la ventana? Ahora la gente se acerca a ese recuadro de cielo con reverencia. Un vecino de mi plaza pone todos los días el himno nacional a un volumen ensordecedor y la gente aplaude. Unas calles más allá, es el himno de León el que suena. Los niños ponen carteles de ‘Yomequedoencasa’ y las madres alientan los geranios y las prímulas que estaban medio secos. Ayer, en mi camino el supermercado pasé debajo de un balcón, sonaban jotas leonesas y el padre le enseñaba al hijo a tocar la dulzaina: «A ver, que pierdes el hilo, vamos a repetir». Sin coches había tanto silencio que se escuchaban las conversaciones a través de las ventanas abiertas y el trino de los pájaros en las huertas.

Que sí, que estoy hablando del autoexilio, del estado de alarma y etcétera y que en el exterior todo está loco como la nieve y la niebla, pero una dosis mínima de poesía vital, ¿qué tal?
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