28/04/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Todo fenómeno, exceptuando el recientísimo de andar sin calcetines en invierno, tiene una explicación científica. Aunque esta se desconozca. En última instancia todo se reduce a una sucesión de reacciones químicas o físicas que dan como resultado los antedichos fenómenos y estos provocan otros en una red infinita que se denomina existencia. Lo cual no quiere decir que todo fenómeno tenga afectación directa en cada cuerpo que se halla en su órbita de influencia. Pero hay un tipo que parece increíble que no tenga esa influencia. Me refiero a los fenómenos telúricos.

Destapado mi interés en lo telúrico por el recuerdo de Lanzarote que me trae el aniversario estos días del nacimiento del artista César Manrique, decido documentarme. El que dice documentarse dice meter en el buscador o en el DLE ‘telúrico’ y ‘telurismo’. Básicamente es lo subterráneo. Por extensión también lo sísmico. Y, salto falaz, la influencia del subsuelo en la población. Sigo un poco más con la indagación y aparece alguna publicación de aspecto pseudocientífico que habla de las redes de Hartman y la radiestesia como disciplina (dudosa) y poco más.La ciencia seria no le ha dedicado investigación ni interés, o no ha extraído conclusiones reseñables.

Pero, jobares, ¿quién que haya visitado la Cueva de Valporquero o los Bufones de Pría no ha pensado que lo que se cuece allí abajo podría tener algún efecto en su organismo?

Los zahoríes, esa versión de la España ancestral del Bran de Juego de Tronos, lo sabían. Eran personas que decían tener una capacidad especial para sentir ciertas radiaciones y a partir de ellas descubrir manantiales subterráneos y metales enterrados usando un palo pendular. En Granada debió de haber muchos y luego esas capacidades las heredaron los artistas. Así la ciudad telúrica por excelencia ha parido a Lorca, Val del Omar, Morente y Los Planetas.

Mi creencia en el poder de lo telúrico se ve reforzada, por un lado, por la confianza que deposita la hidroterapia en el efecto sanador de las aguas termales y, por el otro, la desconfianza popular con respecto a los lugares de humedad excesiva. Dos muestras de cómo un cuerpo reacciona a lo que viene de debajo de la tierra son el gusto que da un remojo en las aguas de Lanjarón o Las Caldas y el disgusto de una noche en tienda de campaña sin esterilla, porque acabas reumático perdido de la humedad.

Si la meteorología afecta a los humores, y valga como ejemplo lo trastornada que anda la gente en los lugares muy ventosos, lo telúrico tiene que hacerlo también. En breve voy a una boda a Zaragoza. Preguntaré por el tema.

Un saludo a los maños.
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