pedro-j.-abajob.jpg

Lo que vale el trabajo de otros

26/01/2015
 Actualizado a 13/09/2019
Guardar
Excepto a un respetable colectivo que tiene las ideas muy claras, al que más y al que menos le gusta lucir de vez en cuando ropa o complementos de marca que no siempre sus bolsillos se pueden permitir pero con lo que intentan aparentar y dar el pego en ciertos ambientes.

Y por no vestirse con una insignificante prenda sin marchamo pero de mayor calidad que la que lleva cosido o pegado un logotipo –que a veces no coincide ni en la forma ni en el color con el que imita– funciona un gran negocio. Porque siempre habrá público para los puestos callejeros, las tiendas low cost con precios tan ridículos que deberían invitar a pensar mal, incluso para el mercadillo de la piedra si se quiere pasar un día en Vigo, gastar cien euros y volver con el maletero lleno de trapos fabricadas en Camboya que son burdas imitaciones de firmas muy conocidas.

Las falsificaciones en la ropa me recuerdan a los que ponen su nombre a un reportaje que no es suyo y a los que se dedican a rastrear a la competencia para ampliar su carta de productos. Por eso no me sorprende que se generen colas y haya violencia física cuando abren un chiringuito para vender a cinco euros camisetas ‘casi iguales’ a las de CR7 o que se critique a la Justicia porque una mujer sea condenada por tener a la venta un centenar de bolsos a 15 euros ‘parecidos’ a los que se venden en la calle Serrano de Madrid. Desde luego, qué poco se valora el trabajo de otros.
Lo más leído