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Lo que pudo ser y no fue

15/12/2017
 Actualizado a 08/09/2019
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Según parece se va a proceder a remodelar la estación de autobuses. Albricias, que falta hace, porque, la verdad, muy alegre y acogedora no es.

El edificio sería fruto de los tiempos en que se hizo, muy anteriores a las magnificencias de nuestra época de ricos furiosos, léase los años gloriosos en que parecía que el dinero manaba de las fuentes y todo era fácil y posible, porque, la verdad deja el edificio mucho que desear.

Y eso que fue bienvenido, construido muy acertadamente cerca de la estación de ferrocarril.

Y eso que su revuelo hubo entonces con la adjudicación de la gestión, que todo el mundo esperaba que fuera a parar a la Empresa Fernández, que para eso era la mayor del género en la provincia, y que, mira por dónde, por oscuros designios aún hoy no aclarados, de la noche a la mañana, y nunca mejor dicho, cambió de manos y fue a parar a unas más bien desconocidas (al menos para mí).

El caso es que hoy, nuestra estación de autobuses, que ya nació cutre, no invita precisamente a estar en ella, pues lo mismo podría ser lo que es, que una nave para subastar pescado o un hangar. No es muy brillante, no.

Así que, remodélese en buena hora, y tengamos una estación amable en la que podamos esperar la llegada de un bus sin tener que salir fuera con un frío que pela, porque hasta fuera estás más a gusto, aunque no podamos tener aquél sueño que nació al hilo de la futura llegada del Ave, cuando se proyectó toda una revolución al otro lado del río, con soterramientos kilométricos, complejos hoteleros y un nuevo León residencial ocupando los terrenos de Renfe.

La pena es que, no todo van a ser alegrías, ahí se quedó aquella operación, sin que se plantee la conexión directa con la estación ‘provisional’, hoy definitiva, de ferrocarril. Tan cerca y tan lejos una de la otra. Y todo, parece ser, porque los compartimentos estancos de la administración así nos lo imponen: la estación de autobuses es de la Junta y la de ferrocarril de Renfe, Adif o quien sea.

Y es una pena, pues, en aquellos tiempos exultantes y no tan lejanos, cuando nos vimos como reyes del mundo, todo esto era de otra manera.

Sólo por recordar, pues no se puede hacer otra cosa, se proyectaba en lo que sería el entorno de la estación de autobuses, la prolongación de Lancia, y una nueva estación de ferrocarril justo al lado de aquella. Una solución intermodal fantástica.

Para empezar, quizás el lector recuerde, se hizo un concurso que ganó, ¿saben ustedes quién?, pues Eduardo Leyra, arquitecto que dicho así probablemente no llamará especialmente la atención, pero que si le une el término ‘marido de Manuela Carmena’, probablemente ya nos vayamos situando.

La verdad es que lo ganó con una propuesta ilusionante, muy al hilo de la situación de éxtasis constructivo del momento nacional, porque convertía el nuevo puente que unía Lancia y el Paseo del Ingeniero Sáez de Miera, y por tanto a la estación de autobuses, todo él, en una galería comercial, al modo del Puente Vecchio de Florencia, pero en moderno. Esa galería se integraba en la nueva estación del Ave, generando un conjunto espectacular, mientras el proyecto de la nueva estación, en principio, se iba a encargar a una de las arquitectos de más fama mundial, hoy fallecida.

Eso era allá por el 2008 o así, cuando empezaba la crisis, aunque no nos la creyéramos. Bueno, algunos no se la creían.

Y la proyecto crecía y crecía, y el soterramiento de las vías aumentaba y aumentaba, por delante, por detrás, por arriba y por abajo. Mientras, el tiempo corría y corría, y la parálisis financiera y constructiva se fue echando encima, hasta que todo se colapsó.

Y hubiera sido magnífico. Pero la realidad nos bajó a todos de las nubes, porque la financiación de la operación se basaba en buena medida en la transformación de los terrenos en viviendas, cosa que se convirtió en imposible.

Incluso cuando ya se renunciaba al puente ‘galería’ y se planteaba uno normalito que nos llevara desde este lado del río al otro, que además se prolongaba cruzando la Avenida del Doctor Fléming y más allá, aún se apostaba por la agrupación de estaciones.

Sobre esto último, no es la primera vez que pongo de manifiesto que la estructura urbana de la ciudad necesita, entre otras muchas cosas, que la calle Lancia se prolongue al otro lado del Bernesga hasta la salida hacia la Virgen del Camino, generando un eje este-oeste por el medio de la ciudad que ordene el tráfico al menos en ese sentido.

Si además se hubieran podido unir las dos estaciones…

Pero todo eso ha pasado a mejor vida.

Hoy, al menos, el soterramiento se hace, más razonable, menos enorme, salvando la vieja edificación y marquesina y convirtiendo en definitiva la estación provisional (el 2 de febrero de 2012 ya escribí en esta misma columna, entonces de antigua La Crónica, que la mejor manera de que algo sea definitivo, es que se haga provisional), mientras de todo lo demás, ná de ná.

Por el camino se nos han ido cayendo las ilusiones, la dura realidad se ha impuesto en la economía en general y en las limitaciones de esta provincia en particular.

Muchas veces pienso que si en lugar de andar por las nubes, se hubiera empezado por un soterramiento estricto como el actual, y se hubiera dejado fuera de juego aquella carrera de continuas ampliaciones y añadidos, que cual cuento de la lechera vivimos durante años, muy probablemente hoy tendríamos una nueva estación nodal allí donde se pensaba, y ese nuevo puente que bien vendría.

Ya sé que no vale llorar sobre la leche derramada, que como siempre lo mejor es enemigo de lo bueno. Y a pesar de todo, no aprenderemos.

Pero en fin, del mal el menos: tenemos prolongada la calle Ordoño y se van a soterrar las vías. Incluso se arreglará la estación de autobuses.

Menos es nada.
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