Lo que pide el perchero

20/09/2017
 Actualizado a 16/09/2019
20-09-2017-a-la-contra.jpg
20-09-2017-a-la-contra.jpg
Jamás imaginarías en este viejo perchero las creaciones de Torreta, Verino, Rabanne o nuestra María Lafuente. Jamás imaginarías rafías de seda ni ceñidos a los que llamen arquitectura del cuerpo.

Si lo haces, las regaderas, el pote o la lechera posadas sobre el perchero se suicidarían y, aprovechando un viento al abrir el portalón que las acoge, caerían a tierra con estruendo de hojalata que provocaría los ladridos del perro, la huida de los gatos, las preguntas en la casa ante el estruendo: «¿qué fue eso?».

No fue nada. Sería el grito de la incoherencia, a veces insoportable, que provocó la huida de los viejos cacharros como los cohetes de las fiestas o sus fuegos artificiales aceleran el vuelo de regreso de las crías de las cigüeñas que viven en el horizonte del cielo.

Este perchero hace juego (marida, en moderno) con un gorro de lana que sirve para las heladas del amanecer, el relente de la noche, la llovizna de la tarde o la comodidad que cualquier hora. Pide unas botas que no calen, y un paraguas grande y de varilla doble que sujete todas las inclemencias.

Lo pide el viejo y práctico perchero porque desde la tarima de madera que lo corona vigilan las regaderas que dieron vida a las flores pero también a las lechugas y los tomates. Lo pide la lechera que regresa cada noche a hacer cena de cuenco migado con pan de hogaza y manteca recién salida de la mazadera. Lo pide la pota que fue de cocido y también de berzas para el gocho y las gallinas.
Lo más leído