jose-antonio-llamasb.jpg

Lo que la labia alivia

21/09/2015
 Actualizado a 13/09/2019
Guardar
En la página 154 de ‘La gloria de los niños’ de nuestro Luís Mateo Díez, hay una reflexión acerca de la charlatanería como medicina contra las hemorroides. En las largas noches de las eleccioneshe llegado a pensar si la mayoría de los políticos no padecerán de este mal al comprobar cómo todos repiten (¡qué cerrazón!) la salmodia del «hemos ganado las elecciones» cuando eso, el que todos ganen,además de no poder ser, es imposible, según Perogrullo nos tine dicho. Aunque, en esta democracia, sacar más votos no signifique necesariamente gobernar, ya que es el encaje de bolillos posterior lo que decide eso.

Este cronista, que, cuando se siente inseguro se convierte en un hablador compulsivo, comprende que un político perdedor salga esa noche y, en vez de entonar un salmo de perdón, trate de embarullarse y embarullar al auditorio, pues, al fin y al cabo, eso es lo que ha estado haciendo a lo largo de lo que solemos llamar campaña electoral. Pero lo que la labia alivia en ese caso no es el dolor, sino el orgullo herido de un sujeto que acaso nunca debió meterse en esos berenjenales si no estaba capacitado para encajar el trance tal, y el orgullo herido es un mal que tiene mala cura (y mal alivio también). Lo que la labia alivia, en estos casos, es la vergüenza de no haber sabido estar a la altura de aquellos que lo eligieron y confiaron en él y a los que ha defraudado por enésima vez.

De los escasos políticos que este cronista ha conocido, muchos son los que se presentan a los comicios de buena fe, y muchos también los que no van preparados para encajar una derrota en toda regla si esta se llegara a producir, aun cuando la signatura del fracaso sea la más necesaria en la carrera que acaba de emprender. Pero los engranajes de los partidos son los que mueven las ruedas y trituran el grano y llenan de harina el costal y nunca sacan la maquila.

Siempre he querido ver una cierta similitud entre los políticos y los poetas y, aunque no tengo interés alguno en indagar el por qué, no andará muy lejos de la verdad el hecho de sentirse ambos ‘iluminados’ (en el caso de los poetas se ha dado en llamar inspiración) e impelidos por una fuerza interior a lanzarse a la palestra así sin más ni más, sin permiso ni documentación alguna. Aunque, como escribe Paul Celan en ‘Microlitos’: «Los poetas –a pesar de la inspiración– no son ninguna secta de iluminados», cada vez se van pareciendo más a los políticos. Por lo de la labia lo digo.
Lo más leído