Lo del saurio se complica

No he podido evitarlo y una vez más –son varias al día– he sufrido una regresióna la infancia, a uno de esos objetos que quedan en la estantería que sea para toda la vida, sin trauma, pero creyéndolos más imposibles a medida que uno se hace mayor. Todo este rollo para justificar que he fantaseado con aquellos lagartos que no sé ni he buscado de qué estaban hechos, pero podían llegar a crecer hasta seis veces su tamaño si los metías en agua. Yo los tiraba a la bañera como si fueran gremlins, cuando en realidad crecían a la velocidad del pelo de hierba de aquellas patatas con rostro. Luego la cosa se complicó cuando descubrí el licor ese con el lagarto dentro, procedente de China, como los lagartos que tiraba a la bañera y los gremlins, y yo esperaba que el bicho se fuera entallando en el cristal hasta estallarlo y saltar a la cara de alguno de sus catadores, en venganza por haberlo encerrado ahí. Pero la cosa se ha complicado todavía más con esta regresión última que les contaba al imaginar que el saurio ese que buscaban en el Pisuerga también se iba haciendo enorme hasta que estallaba el río y salía como una especie de Godzilla –este japonés, no chino– para dar rienda suelta a su venganza en busca del cafre que lo hubiera echado en aguas tan gélidas en comparación con las del Nilo –lo decían los expertos, yo no acierto ni la temperatura del Duerna–. La cuestión se ha complicado más transmutando el saurio en una especie de dragón de Komodo, que como saben su mordedura es tóxica, y, como en mi mente ahora hasta la cigüeña viene de China, el veneno que inoculara fuera el funesto Covid-19. Para rematar, estoy seguro de que solo hubiera habido dos equipos de élite capaces de acabar con tal monstruo y los dos leoneses: Bien el célebre comando de la Consejería de Marina de la Junta de Castilla y León, su estirpe de tritones; bien los cazadores de Orzonaga que, aunque más hechos a rastrear paquidermos, se las arreglarían con el cocodrilo.