27/08/2021
 Actualizado a 27/08/2021
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Lo bueno de ver desde la ventana del trabajo el centro de León es que es fácil acordarte de cosas que te han pasado ahí. En este caso, en Santo Domingo lo único que hecho en mi vida más allá de venir a currar como buen leonés ha sido esperar por alguien junto al BBVA (incluso alguna vez antes de que le pusieran la A del final) y celebrar cosas, lo que sin duda equilibra la balanza.

Porque es esta fuente sinónimo de felicidad deportiva y en la memoria sin duda un lugar muy especial tiene el último ascenso de Baloncesto León a ACB.Aún recuerdo el calor que hacía en el Palacio de los Deportes (donde todo el mundo hizo la vista gorda siendo perfectamente consciente de que no cabía un alfiler con gente sentada en las escaleras, en las barandillas o de pie en los pasillos) y el contraste con lo fría que estaba el agua de la fuente a altas horas de la noche. Como si a finales de mayo pudiera bañarse uno en León en la piscina.

Ese equipo fue sin duda el que más ilusión creó para una generación que creció jugando al baloncesto, pero que apenas conservaba recuerdos de su equipo jugando en la élite y sí de sufrir un año tras otro en el permanente intento de volver. Tan fuerte fue la ilusión de regresar como la desilusión por perder lo que tanto tiempo costó reconquistar, pero más aún por quedarse sin la opción de volver a intentarlo.

Y es que entre unos y otros mataron a un Baloncesto León que nadie ha luchado por resucitar. Ciudades que corrieron la misma suerte que León en cuanto al baloncesto como Granada o Valladolid han sabido encontrar la forma de recuperar el deporte de la canasta a un nivel aceptable, mientras que aquí se lleva años peleando unos contra otros cuando el único camino es la unión.
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