- ¿Cortaron algo?
- Todo.
Cierto. El resumen de la corrida es de los que te deja la impresión de que no se puede utilizar la expresión de tristeza de «vengo de los toros» que dicen los clásicos pues siete orejas y hasta un rabo se llevaron para casa los tres citados: tres orejas (dos y una) la rejoneadora; dos orejas y un rabo (el del quinto novillo) Javier Castaño y dos orejas (del sexto) su hermano Damián. Más no se puede pedir y tampoco dudar de la generosidad del presidente. O estamos de fiesta o no lo estamos, es verdad.
Fue una tarde de diálogos, diferentes pero diálogos a fin de cuentas.
Abrió la tarde, con menos de media entrada –la sombra prácticamente llena, el sol absolutamente vacío–, la rejoneadora portuguesa Ana Rita, que trasmite con su sonrisa la felicidad que declara de «haber cumplido un sueño que tengo desde niña y ya llevo seis años viviéndolo». Pasó tragos malos, como una grave caída en 2013 y lucha como pocos. «Entreno 8 horas al día con 12 caballos».
Ayer sacó algunos de ellos, Dakar, As de oros, Fandi, Castuera o Dom Quixote, entre ellos. A su lomo establece un constante diálogo con el toro, al que no deja de citar, hablar, retar, «¡ven toro, ven!»... y después de salir victoriosa del envite grita un «¡vamos allá!» que escucha toda la grada. Después se dirige hacia la zona de la grada que ya ha calado como más festiva y les anima a que aplaudan sus lances. Y obtiene la respuesta esperada.
Pinturera, portuguesa, simpática, lista y llena de gestos sabe subir la temperatura. Y así cierra dos faenas muy parecidas en las que después de su diálogo con toro inicia el diálogo con la grada, con la sonrisa franca, las manos al viento animando a aplaudir... hasta que el presidente muestra el pañuelo de la segunda oreja en el primero de sus novillos y una primera que se le resistía en el segundo después de sus problemas para matar y tener que bajarse a descabellar.
Por una vez, el diálogo fue posible.

Y con el clima en el clímax de una tarde de sol y aficionados a la sombra, después de una primera faena en la que mató muy mal, Damián Castaño se subió al carro de una tarde de éxitos y cuajó su mejor faena, . Dos orejas y puerta grande para todos.
Final feliz para una tarde que comenzó con un minuto de silencio, y que finalizó con cinco de aplausos.
- ¿Cortaron algo?
- Todo.