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Llegó del espacio exterior

03/06/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Hace tiempo leí que durante una reunión de entendidos en algo, se les preguntó cuál sería su mayor deseo por el bien de la humanidad. Algunas respuestas fueron dignas de un concurso de mises y otras demasiado concienzudas y complejas para tener visos; pero al menos hubo una llamativa y coherente: que el planeta fuera invadido por una fuerza extraterrestre hostil, aunque inferior en capacidad. Sólo así nos uniríamos en una causa común tan grave (no desaparecer) que borraría el resto de diferencias, argumentaba el inquirido. Los enemigos comunes unen más que los amigos comunes.

Eso ha ocurrido en el Congreso de los Diputados, donde, de forma impensable hace tan solo una semana, ha caído un gobierno por la acción conjunta de las voluntades de múltiples y, en casos conocidos, enfrentados partidos. Es un gran día para la democracia española desde mi punto de vista. La mayoría de los ciudadanos nos hemos pasado años maldiciendo los casos de corrupción y otros barruntando una aplicación de la justicia a menudo bajo sospecha. Pero todo llega, al fin, y hasta las sentencias, que en este país casi se toman generaciones, acaban por redactarse y aplicarse. Estoy con los que opinan que durante estos años de hierro el sistema judicial ha sido el último bastión de los derechos ciudadanos, independientemente de su falta de medios (no siempre inocente) y de la aplicación de leyes que no les corresponde redactar o, por supuesto, de casos aislados que siempre habrá. En el contexto crítico que atraviesa el país, han mantenido la serenidad y el rigor cuando la política se deslizaba hacia las suaves laderas de los discursos a base de tuits y las banderitas de colores. Por eso hoy cabe felicitarse, porque la política ha reaccionado ante lo intolerable social y políticamente y ha forzado la salida del gobierno de un partido sentenciado por corrupto. Era necesario y se ha hecho. La impunidad no debería formar parte de la vida política española nunca más: es una lección ineludible, no todo vale. Lo demás son glosas a este principio.

El viernes fue una jornada de regeneración democrática, de apuntalamiento de una confianza gravemente agrietada. Una jornada en la que se retrataron algunos de esos ‘regeneradores’, por cierto. El asunto, además, ha provocado cierta ira periodística (hasta de ‘frankenstein’ tildaron esta alianza), acostumbrados algunos a pilotar los cambios desde los titulares. Otra lección.

Mañana, los próximos días, semanas, meses, seguramente la política vuelva por desgracia a ser el fangal que suele y asistamos al desmigajamiento de esta esperanza de forma rápida e inexorable. Mañana, a buen seguro, volverá aquella rabia del PP en la oposición y la altanería inane de los de Rivera, volverán las reyertas socialistas, las exigencias independentistas y los desatinos de chalé. Pero ahora cabe festejarlo. Y creo que deben celebrarlo todos los ciudadanos, incluidos los simpatizantes y afiliados del PP a los que se brinda la oportunidad de no ser más el partido que fueron.
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