11/07/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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«Mira atrás y recuerda que eres sólo un hombre». Le decía el esclavo al oído, mientras sostenía sobre la cabeza del Emperador la corona de laurel de la victoria. En la antigua Roma, a los generales victoriosos se les concedía un triunfo, una procesión aclamatoria subido en una cuadriga por el centro de la urbe. De tal magnitud era el festejo que para evitarle la soberbia y el error –no difieren tanto–, de creerse un dios, a su lado, el esclavo repetía: «Mira atrás y recuerda que eres sólo un hombre».

He conocido a personas que por error o soberbia –una es modalidad del otro– son incapaces de llegar puntuales a un encuentro. No les vendría mal un esclavo o un duendecillo que no cesara de recordarles: «Llegas tarde».

La civilización se ha levantado sobre el puntal de la puntualidad. Llegando tarde, no hubiéramos avanzado mucho como especie. Inmanuel Kant era conocido como ‘el reloj de Könnisberg’, pues todos los días paseaba por los mismos lugares a la misma hora. Tal era su precisión, que se podían poner en hora los relojes. Opinaba que la impuntualidad es un desprecio que se hace a la inteligencia. Ser puntual requiere un esfuerzo y sólo desde el esfuerzo se progresa. El resto es pura animalidad y genética.

Hoy en día, la verdad y llegar a la hora acordada están en desuso y la gente ni siquiera se sonroja cuando es pillada en una mentira o se presenta con retraso en el lugar de la cita. Y ya se sabe que, parafraseando a Thomas de Quincey: uno comienza por asesinar a ancianos y termina negando el saludo y siendo impuntual.

Sin embargo, nunca llegaremos tarde a la única hora que tenemos asegurada, la última. De ello se encargan Las Parcas –Cloto, Láquesis y Átropos–, hilanderas que hilan, miden y cortan el hilo de nuestras vidas. Pero tampoco pretendamos adelantarnos. En este periodo estival, de tanto desplazamiento, no importa llegar tarde, pero sí llegar: «¡No corras. Ve despacio, que donde tienes que ir es a ti solo! ¡Ve despacio, no corras, que el niño de tu yo recién nacido eterno no te puede seguir! Si vas deprisa, el tiempo volará ante ti, como una mariposilla esquiva. Si vas despacio, el tiempo irá detrás de ti, como un buey manso». Por una vez, hagamos caso a Juan Ramón.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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