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Llamando a las puertas del cielo

14/04/2021
 Actualizado a 14/04/2021
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Desde hace unos años, o desde siempre, la publicidad se ha convertido en un instrumento fundamental para que el mercado funcione. Está en todas partes y cuando viajamos a países abandonados y sin recursos, incluso la echamos de menos. Un tendejón con el letrero de pepsi herrumbroso, un puesto de hamburguesas o un niño con la camiseta de Ramos, son pinceladas de color, un pequeño nexo que nos reconforta.

Para la prensa, la publicidad es vital. Más en estos tiempos, donde el comercio se hunde y los costosos anuncios que, de poco o nada, sirven. Todos perdemos. Los letreros habituales son: cerrado, se traspasa o este gobierno nos lleva a la ruina.

El poder y las instituciones, también se publicitan. «Publicidad institucional» de proyectos que no se llevan a cabo –como la Mesa por León– de monumentos, carreteras y patrimonio abandonado. O por puros narcisismo y auto complacencia: ¡Qué bien lo hacemos! ¡Cuánto nos queremos!

Pero, como hay que desconfiar de los políticos, ahora más que nunca, su propósito no consiste en dar, sino en recibir. Acribillar de impuestos a los autónomos, empresarios y ciudadanos en general. En cuanto a los medios de comunicación, esas donaciones son condicionadas a cambio de recibir una buena imagen y atender a sus intereses: ocultar, manipular, engañar. Por un lado, –el de los medios cómplices– y otros, que no perciben ni un duro. Por otro, el poder que intenta, de forma obsesiva, cargarse a los medios no afines. ¿Dónde quedó la libertad de prensa?

Como sabemos, ya pasa de un año la inquietud que nos angustia, en forma de pandemia que, como un nueva Atila, cabalga por el país, los países, el mundo, levantando nubes de humo que ocultan la realidad. Se tergiversa el número de personas que mueren, sin nombre, ni identidad. Tan solo un número de una mera estadística: 36, 49, hasta ciento treinta mil... Frente a esto ¿qué pueden importar una decena, veintitrés o treinta y cuatro posibles víctimas de unas inciertas vacunas?

Los muertos, ya no están con nosotros y el gobierno desvía la mirada a las vacunas, que no lo son, sino otra cosa, que genera muchas dudas, aunque nos agarramos a ellas como una tabla de salvación. Así busca la gente, con inquietud y fe ciega, la puerta de salida.

La desinformación, las incoherencias han sido descomunales e inquietantes. Lo lo nunca visto: Ahora estos, luego los otros, ahora ninguno. El hecho de que la A.Z. se retire de Alemania y buena parte de Europa central, no sirve de referencia. La cuestión es que la Unión Europea metió la pata y, como España depende de ésta y de sus fondos, pues a bailar la música que nos toque su presidente: Ursula von der Leyen. Y así, nos vacunan como sr se tratara de una lotería.

Desde aquellos «cuatro casos» de Simón; mascarillas, no; puede que sí; bueno sí; obligatorias, pero con iva; el comité de Illa, que nadie vio; la retirada del presidente; el abandono de las residencias de ancianos, a su suerte, por Iglesias o la cantinela de Sánchez, repetida hasta la saciedad: «Es el principio del fin»... da que pensar.

Nos vacunaremos ¡que remedio! Pero no esperéis que demos las gracias. Lo estamos pagando demasiado caro. Los difuntos, esperan a las puertas del cielo. Nockin’ on Heaven’s Door, que diría Bob Dylan en aquellos buenos tiempos, tan lejanos.
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