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Llámame por tu nombre

04/09/2022
 Actualizado a 04/09/2022
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Hay otro Darío Prieto Sierra. Concretamente, en Ibagué, capital del departamento colombiano de Tolima. En realidad, se llama José Darío, un detalle sin importancia que no pienso que arruine mi ilusión por haber encontrado otro ser humano con mi mismo nombre. Es ingeniero ambiental y también escribe una columna en un periódico local. De hecho, según Linkedin sólo hay tres grados de separación entre ambos en dicha red social.

Darío Prieto Sierra escribe de lo que pasa en su tierra y de otras cosas que suceden un poco más allá. A veces denuncia el comportamiento de los políticos y a veces prefiere detenerse en detalles más cotidianos. Un poco lo que hacemos todos los que asomamos el pescuezo desde nuestras pequeñas esquinas.

En ocasiones pienso en aquello de Platón, si el nombre participa en la cosa nombrada o al revés. Si el llamarte Darío Prieto Sierra te infiere unas características determinadas, unas inclinaciones particulares. Tal vez sean sólo detalles (la manía de hurgarse la nariz) o cuestiones centrales (la desconfianza hacia la gente y las masas).

Leo a Darío Prieto Sierra, y en sus críticas a las salvajes celebraciones taurinas rurales de su país o en el señalamiento de la inactividad de los gobernantes creo reconocerme. Otras veces habla de cuestiones demasiado técnicas o especificidades que se me escapan. Me gusta imaginármelo en aquella ciudad de medio millón de habitantes, mirando desde una ventana y pensando que las cosas podrían hacerse mejor. O valorando el mandarlo todo al carajo y no salir de la cama en diez días. O llegando tarde a una reunión, resignado y hasta feliz.

De igual forma, me encantaría saber qué piensa de las tonterías que nos atañen en esta otra esquina del mundo. Qué opina, por ejemplo, de las criptomonedas y de todo el jaleo que se ha montado en los medios por el congreso ése que se celebró en Madrid hace unos días. Quizá, una vez estudiado el asunto con detenimiento, coincidiría en que las risas a costa de los organizadores y los participantes han ocultado el hecho de que una de las presentadoras del acto, Cristina Pedroche, al participar en el congreso iba a hacer justo lo contrario de lo que pregona ideológicamente, y que se fue por patas sólo cuando se empezó a hablar del asunto y a repetir su nombre.

El nombre, ya ven. Volver una y otra vez a Adán señalando los bichos del paraíso terrenal y bautizando a sus hijos Caín y Abel. Imaginarse cómo sería nuestra vida si nos hubiesen llamado de otra manera.
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