09/01/2020
 Actualizado a 09/01/2020
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Uno pensaba que el año que acabamos de estrenar no podía ser peor que el pasado. Veo que me equivocaba al pensar así. Este año ya ha enseñado la patina y, desgraciadamente, la tiene muy fea. Empezó viendo morir a uno de los últimos combatientes vivos de nuestra Guerra Civil. No sé si, en la guerra, Gusto las preparó; lo que sí sé es el que el resto de su vida fue ejemplar y se convirtió en el vecino que todos querríamos tener a nuestro lado cuando algo se tuerce. Le costó, al pobre, hasta morir, porque tenía el corazón así de grande y sano como una manzana. Para él la muerte ha sido como una liberación, el descanso merecido que todos, en el fondo, deseamos, hartos de las vulgaridades de la vida, de sus malas mañas, de sus golpes que recibimos como si fuésemos boxeadores un poco tocados, acostumbrados a las palizas sin inmutarnos, manteniendo una guardia baja, como un coladero sin tamiz. Aprovecho lo del boxeo para echar de menos a Gistau, el columnista que podemos leer en el periódico de la competencia y que también él está luchando por la vida. Puede gustarte o no lo que dice, pero es uno de los que mejor lo dicen y es una alegría ver que entre los plumillas de postín, también hay alguno que sabe juntar letras como los ángeles. Gusto no podrá ver cómo el Presidente del Gobierno deja de ser interino, cómo nos estamos volviendo locos con la tontería de la autonomía del viejo Reino, aclamada, como una revelación, por muchos de los ‘intelectuales y artistas’ que nacieron y crecieron aquí, pero que, en su gran mayoría, viven bien lejos. Ellos podrían vivir en su patria; con lo de las nuevas tecnologías estaría chupado mandar los libros o los artículos a cualquier lugar del mundo, pero no lo hacen, porque su tierra, para su ego, se les ha quedado pequeña, oscura, agobiante, como si se tratase de la Vetusta de Leopoldo Alas. No logro comprender el porqué de su beligerancia en temas que carecen de importancia, que nos importan una mierda a la inmensa mayoría de los mortales. Este, y otros temas parecidos, sólo les incumben a los políticos, sobre todo por los réditos que pretenden sacar de ellos. El hombre, desde el principio de la vida, se ha dejado guiar por patrones que ha inventado, que no existen físicamente, por patrones simbólicos. Así nacieron los dioses, los reyes, las naciones, las patrias. Esos símbolos son para los hombres esenciales, puesto que les ayudaban a vencer los miedos, las angustias. Les dieron (y nos dan) la seguridad, la valentía para seguir creciendo. Ahora, en la era del átomo y de los ordenadores cuánticos, siguen estando vigentes, aunque mucho más atenuados que antes. Entre los que siguen teniendo importancia están la nación y la patria, ambos nacidos en el romanticismo del siglo XIX y que tantas guerras han causado. Los políticos los utilizan de una manera burda, chabacana, y siempre para movilizar a la sociedad en su propio beneficio. Talmente como están haciendo ahora con lo de la segregación del viejo Reino de Castilla, o con la matraca de los catalanes; una estupidez, en todo caso.

Como digo, el año no se presenta benigno. En lugar de preocuparnos de los nacionalismos de barra de bar, deberíamos hacerlo por la que se está preparando en Iraq, otra vez. En la cuna de la civilización, en el lugar dónde apareció el primer Código que regía las relaciones entre los hombres, el presidente de la nación más poderosa del mundo, acaba de cometer un asesinato, a sangre fría, de un oponente político. Ha encendido una mecha que nos puede llevar al apocalipsis, porque sus oponentes tienen poco que perder y están tocados por la vara de Mahoma, creyéndose invulnerables. Sé que los americanos nunca se han caracterizado por tener mucho sentido común, pero lo de este presidente es para que nos entre el miedo: a simple vista, carece de él, y cuándo la nación más poderosa de la tierra está gobernada por un psicópata, los demás pueblos nos ponemos a temblar. A lo mejor, ¡Dios lo quiera!, resulta que sólo es un chulo al que se le va la fuerza por la boca, pero, después de la que preparó el otro día, me temo que no, que va en serio y que le importa todo un pito, incluso borrar del mapa a varios países a los que ha declarado enemigos del imperio.

Por todo esto, Gusto, te has marchado a tiempo. No verás nada de lo que suceda y podrás seguir descansando en paz. Mira a ver si llamas a alguno del pueblo por teléfono desde el más allá, o nos envías un mensaje, da lo mismo, explicándonos qué tal se está en el ‘otro lado’. Además, seguro que estás en el cielo, y en primera línea de playa, o como se diga allí, por lo que no te costará trabajo hablar con el Jefe para ver si puede hacer algo para que este mundo de locos no se vaya a la mierda este año. Gracias por todo.
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